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El sufijo -dad procede del sufijo latino tat(i) (nom. tas, acusat. tatem), y en los nombres castellanos que tenemos con esta terminación debemos distinguir dos grupos: los que proceden directamente del latín, como bondad, de bonitatem, y los que ha formado el castellano, como afectuosidad, de afectuoso.

Es un sufijo muy productivo en la actualidad y con él se forman palabras a menudo y con facilidad. El DRAE solo recoge una selección de estos derivados, sin que ello signifique que sean incorrectas las formas no recogidas.

Los derivados propios del castellano tienen el sufijo edad o idad que se añade a adjetivos, y denota, en abstracto, la cualidad expresada por el primitivo. Pero, como dice Monlau:

esta abstracción no es tanta, tan elevada o en tan alto grado como la que se connota con los adjetivos correspondientes substantivados y con el artículo neutro, como lo bueno, lo bello, lo cruel, lo justo, etc. Los femeninos en dad expresan una abstracción, pero todavía como característica, calificativa o propia de una persona o cosa; y los adjetivos neutros expresan algo substancial, como esencial e independiente de las realidades. Los femeninos en dad expresan cualidades, y los adjetivos neutros tomados substantivadamente expresan seres ideales en quienes se hallan completamente realizadas las cualidades. Así, la bondad es una cualidad abstracta, pero que todavía participa de concreta, porque siempre se refiere a una persona, a una acción, a una cosa, etc., al paso que lo bueno es el colmo de la abstracción de bondad, es el bien puro, como absoluto, realizado y como existente de por sí.

Un grupo al que se añade este sufijo especialmente a menudo es el de los adjetivos en able, que toman la forma abilidad, basada en latina bilis, al recibir el sufijo; así, permeabilidad de permeable, latín permeabilis; apacibilidad de apacible, latín apacibilis; vegetabilidad, del antiguo vegetable, latín vegetabilis. etc.

Formación[editar]

En los que proceden del latín, debemos distinguir tres derivaciones, que son:

a) La derivación vulgar, o sea aquella en que las palabras han pasado por todas las leyes de la evolución del latín al castellano:

bondad < bonitatem
verdad < veritátem

b) La derivación semierudita, en la cual sólo se cumplen algunas leyes de la evolución:

debilidad < debilitatem
atrocidad < atrocitatem
fidelidad < fidelitatem

Estas tres voces, en la derivación vulgar, habrían perdido la i de penúltima sílaba, y las dos primeras serían en castellano debildad y atrozdad, como la tercera es fieldad en el castellano antiguo.

c) La derivación erudita, que toma las voces del latín cambiándoles solo la terminación, o sea, teniendo en cuenta únicamente la ley de las finales y la de las consonantes duplicadas. Así dificultad, facultad, libertad, pubertad y voluntad, de difficultatem, facultatem, libertatem, pubertatem y voluntatem, respectivamente.

No es indiferente la adición del sufijo edad o idad, y se pueden dar las siguientes reglas, que sirven, en parte, también, para determinar el origen del derivado:

  • Si el primitivo es bisílabo y no termina en consonante, o sea cuando el derivado resulte trisílabo, se añade el sufijo edad:
bronquedad, cortedad, cultedad, flojedad, gafedad
manquedad, mocedad, parquedad, poquedad, salvedad
sequedad, terquedad, tosquedad, va guedad y viudedad
derivan de los adjetivos bronco, corto, culto, flojo, gafo, manco, mozo, parco, poco, salvo, seco, terco, tosco, vago y viudo. Las excepciones, como tersidad, de terso, son raras. Obsérvese necedad, de necio, con pérdida del diptongo io; pero los demás en io, sólo pierden la o, como se ve en suciedad y zafiedad, de sucio y zafio. Amistad, en bajo latín amicítas, atis; veleidad, con idad, del latín velle, ‘querer.

De los trisílabos en idad puede decirse que son todos latinos. Así, equidad, fatuidad, etc., de aequitatem y fatuitatem, etc.; pero no podemos decir que los en edad sean todos castellanos, porque también los hay latinos, como nimiedad y novedad, de nimietatem y novitatem.

  • Si el primitivo tiene más de dos sílabas o es bisílabo terminado en consonante, es decir cuando el derivado ha de tener más de tres sílabas, se añade el sufijo idad, así: barbaridad, maternidad, medianidad, de bárbaro, materno y mediano; como actualidad, anualidad y prioridad, de actual, anual y prior; y afectuosidad, aguanosidad, efectividad, exterioridad, heterogeneidad, laboriosidad y prodigiosidad, de afectuoso, aguanoso, efectivo, exterior, heterogéneo, laborioso y prodigioso.

Voces de cuatro silabas terminadas en edad procedentes del latín hay muy pocas, como antigüedad, impropiedad y enfermedad, de los latinos antiquitatem, improprietatem e infirmitatem. También algunos anticuados, como certanedad, al lado de certinidad, de certano.

Los de cinco, seis y siete silabas, tanto si son latinos como castellanos, terminan todos en idad; asi, amabilidad, imposibilidad e incorruptibilidad, de amabilitatem, imposibilitatem e incorruptibilitatem; como masculinidad, ilegitimidad y oleaginosidad, de masculino, ilegitimo y oleaginoso.

Algunos en idad sincopan la i, como liviandad, merindad y mezquindad, de liviano, merino y mezquino, en vez de livianidad, etc. Asimismo mortandad, por mortaldad, síncopa de mortalidad, latín mortalitatem. Humedad, de húmedo, quizá por humedidad; frialdad, del adj. latino friabilis, lo mismo que friabilidad. Fealdad supone también un vulgar foedalis, derivado de foedus, ‘feo’.

En algunos derivados equivale este sufijo a ura (tersidad = tersura, de terso) y a ía, como medianidad = medianía, de mediano.