RECUERDOS DE MI VIDA
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934)
TOMO II Historia de mi labor científica
CAPÍTULO CUARTO
Decido publicar mis trabajos en el extranjero. — Invitación del profesor W. Krause, de Gotinga, de colaborar en su Revista. — Mis primeras exploraciones sobre el sistema nervioso. — Dificultades encontradas. — Excelencias del método de Golgi y excesivo nacionalismo de los sabios. — Mis distracciones en Valencia: las excursiones del Gaster-Club y las maravillas de la sugestión y del hipnotismo.
Aunque el fruto de mis pesquisas había sido hasta entonces harto mezquino, me acometió la comezón de exportarlo al mercado extranjero. Tal propósito parecióme hasta indispensable á los fines de mi educación científica. Es verdad vulgar que sólo luchando con los fuertes se llega á ser fuerte. Correr solitario en la angosta pista nacional, jaleado por amigos, no es lo más adecuado para resultar un atleta. Con las células nerviosas ocurre lo que con las tropas: instruídas exclusivamente para las luchas civiles ó en previsión de motines callejeros, difícilmente harán frente á un ejército extranjero organizado técnica y moralmente para la guerra grande, es decir, para los conflictos internacionales. Sobre que la crítica severa de los extraños no es absolutamente necesaria: hiere la carne ruda y ásperamente, cual cincel sobre el mármol; pero modela y hermosea la estatua intelectual.
Y al reflejar imparcialmente nuestros defectos, nos trae también el conocimiento objetivo de nuestras fuerzas.
Penetrado de estas verdades, aproveché la primera ocasión que se me presentó de colaborar en Revistas alemanas, entonces, como hoy, las más leídas y autorizadas. Un histólogo célebre de la Universidad de Göttingen, M. W. Krause, fué mi introductor en el mundo sabio. Con el título de International Monatsschrift für Anatomie und Physiologie, publicaba dicho Profesor cierta Revista mensual, donde figuraban comunicaciones en francés, inglés, italiano y alemán. Había leído algún trabajillo mío, andaba no muy sobrado de original y solicitó benévolamente mi concurso, ofreciéndome costear todas las cromolitografías necesarias y regalarme una tirada de 50 ejemplares. Encantado de la invitación, me apresuré á satisfacer sus deseos, enviándole desde Valencia, y con intervalo de dos años, dos monografías redactadas en un francés aproximado y adornadas con profusión de dibujos.
Pecaría de ingrato si no recordara aquí que el doctor Krause, Profesor entonces de Histología en Göttingen y actualmente en Berlín, me animó mucho con sus consejos y me instruyó con sus cartas llenas de preciosas indicaciones bibliográficas. En sus buenos oficios, llegó hasta prestarme ó regalarme folletos antiguos de difícil ó imposible adquisición en el mercado alemán. Aprovecho esta ocasión para testimoniar al viejo maestro y generoso mentor la expresión de mi cordial gratitud y sincero afecto. Más adelante, con ocasión de un viaje á Alemania, tendré ocasión de hablar del insigne investigador.
Volviendo á las mentadas comunicaciones, diré que la primera llevaba por título Contribution à l’étude des cellules anastomosées des épithéliums pavimenteux. En ella analizaba yo la estructura íntima de las células epiteliales de algunas mucosas (corneal, palpebral, lingual) y del bulbo piloso. Después de reconocer y describir el retículo intraprotoplásmico y filamentos comunicantes intracelulares, señalados años antes por Bizzozero y Ranvier en la epidermis de la piel, confirmaba estas mismas disposiciones en la córnea (epitelio anterior) y en las vainas del bulbo piloso, órganos en que no se habían observado; y añadía la existencia, en los referidos hilos de unión de una envoltura ó forro en continuación, al parecer, con la membrana celular. Semejante pormenor estructural fué ulteriormente comprobado, con alguna variante de apreciación, por Ide, Kromayer y, años después, por Unna, de Hamburgo.
La segunda comunicación, que apareció en 1888 con el título de Observations sur la texture des fibres musculaires des pattes et des ailes des insectes, fué de más fuste y harto más rica en detalles descriptivos nuevos. Versaba principalmente sobre la textura de la fibra muscular de los insectos, campo de observación preferido por los histólogos, á causa del gran tamaño que, en dichos articulados, poseen las bandas ó rayas transversales de la materia contráctil, y de la comodidad de observarlas en vivo sobre la platina del microscopio. La colecta y preparación del material necesario para la redacción de esta extensa monografía (que llevaba anejas cuatro grandes láminas litografiadas), costóme unos dos años, durante los cuales exploré numerosos géneros y especies de insectos. Contenía mi comunicación bastantes observaciones originales de histología comparada, algunas de las cuales fueron posteriormente comprobadas por los histólogos. Por desgracia, si estuve trabajador y celoso en la observación y acarreo de los hechos, no fuí igualmente afortunado en su interpretación.
Reinaba entonces en histología una de esas concepciones esquemáticas que fascinan temporalmente los espíritus é influyen decisivamente en las pesquisas y opiniones de la juventud. Aludo á la teoría reticular de Heitzmann y Carnoy, aplicada muy ingeniosamente á la constitución de la materia estriada de los músculos por el mismo Carnoy, autor de la célebre Biología celular, y después por el inglés Melland y el belga van Gehuchten. Y yo, seducido por el talento de estos sabios y el prestigio de la teoría, incurrí en la debilidad de considerar, como ellos, la substancia contráctil como una rejilla de fibrillas sutiles (las hebras preexistentes aparecidas en los preparados de los ácidos y del cloruro de oro) unidas transversalmente por la red emplazada al nivel de la línea de Krause. Lo grave de esta apreciación era su exagerado exclusivismo, es decir, la negación rotunda de la preexistencia, en el vivo, de las fibrillas primitivas de los autores (las columnillas de Kölliker), las cuales eran audazmente interpretadas como el resultado de la coagulación post-mortem[1] de cierta materia líquida alojada en las mallas de la red. Más adelante volví sobre esta opinión, criticada vivamente por Rollet, Kölliker y otros, los cuales alegaban con razón que los pretendidos artefactos eran observables hasta en los músculos vivos de ciertos insectos.
Insisto en estos detalles, porque deseo prevenir á la juventud contra la invencible fuerza sugestiva de las teorías simplistas y gallardamente unificadoras. Subyugados por la teoría, los principiantes histólogos veíamos entonces redes por todas partes. Lo que especialmente nos cautivaba era que dicha especulación identificaba el complejo subtractum estructural de la fibra estriada con el sencillo retículo ó armazón fibrillar de todo protoplasma. Cualquiera que fuera la célula, amibo[2] ó corpúsculo contráctil, el protagonista fisiológico, ó sea el factor activo, estaba siempre representado por la redecilla ó esqueleto elemental.
De estas ilusiones ningún histólogo está libre, máxime si es debutante. Caemos tanto mejor en el lazo[3] cuanto que los esquemas sencillos estimulan y halagan tendencias profundamente arraigadas en el espíritu: la inclinación nativa al ahorro de esfuerzo mental y la propensión, casi irresistible, á tomar como verdadero lo que satisface á nuestro sentido estético, por exhibirse bajo formas arquitectónicas sencillas y armoniosas. Como siempre, la razón calla ante la belleza. El caso de Friné se repite constantemente. Sin embargo, no hay equivocación inútil como nos asista el sincero propósito de la enmienda. Y yo, persuadido de que la fama duradera sólo acompaña á la verdad, deseaba acertar á todo trance. En adelante, pues, reaccioné vivamente contra esos esquemas teóricos, al través de los cuales la realidad desaparece ó se deforma.
En mis exploraciones sistemáticas por los dominios de la anatomía microscópica llegó el turno del sistema nervioso, esa obra maestra de la vida. Lo examiné febrilmente en los animales, teniendo por guías los libros de Meynert, Hugenin, Luys, Schwalbe y, sobre todo, los incomparables de Ranvier, de cuya ingeniosa técnica me serví con tesón escrupuloso.
Importa recordar que los recursos analíticos de aquellos tiempos eran asaz insuficientes para abordar eficazmente el magno y atrayente problema. Desconocíanse todavía agentes tintóreos capaces de teñir selectivamente las expansiones de las células nerviosas[4] y que consintieran perseguirlas, con alguna seguridad, al través de la formidable maraña de la substancia gris.
Ciertamente, desde la época de Meynert se practicaba con algún éxito el método de los cortes finos seriados, impregnados en carmín ó hematoxilina, á que se añadió por entonces el método de Weigert para el teñido de las fibras meduladas; mas por desgracia, los mejores preparados no revelaban sino el cuerpo protoplásmico de las células nerviosas con sus núcleos, y algo, muy poco, del arranque ó trayecto inicial de los apéndices dendrítico y nervioso.
Algo más expresivo, á los efectos de la revelación de la morfología celular, resultaba el proceder de la disociación mecánica, puesto en boga por Deiters, Schültze y Ranvier. Este aislamiento elemental efectuábase, de ordinario, á favor de las agujas, sobre el porta-objetos, previa maceración de la trama nerviosa en disoluciones débiles de bicromato de potasa. Tratándose de nervios, semejante recurso proporcionaba muy claras imágenes, máxime si se le combinaba, á ejemplo de Ranvier, Schiefferdecker, Segall, etc., con la acción impregnadora —subsiguiente ó preliminar según los casos— del nitrato de plata ó del ácido ósmico. Pero aplicada al análisis de los ganglios, de la retina, de la médula espinal ó del cerebro, la delicada operación de desprender las células de su ganga de cemento y de desenredar y extender con las agujas sus brazos ramificados, constituía empresa de benedictino[5].
¡Qué dicha cuando, á fuerza de paciencia, lográbamos aislar por completo un elemento de neuroglia, con su forma típica en araña, ó una neurona motriz colosal de la médula, bien destacados y libres sus robustos cilindro-eje y dendritas! ¡Qué triunfo sorprender en afortunadas disociaciones de los ganglios raquídeos la bifurcación de la expansión única, ó desbrozar de su zarzal neuróglico la pirámide cerebral, es decir, la noble y enigmática célula del pensamiento! Estos modestos éxitos de manipulador nos llenaban de ingenua vanidad y de íntima satisfacción. Lo malo era que semejante alarde, un poco pueril, de virtuosidad técnica, halagaba harto poco al entendimiento científico, desilusionado al reconocer su radical impotencia para dilucidar el soberano misterio de la organización cerebral. Los más vitales y hondos problemas de la máquina nerviosa columbrábanse cual cimas inaccesibles. Á nuestra febril curiosidad se sustraía cuanto se refiere á la ardua cuestión del origen y terminación de las fibras nerviosas dentro de los centros, y á la no menos fundamental y apremiante de las íntimas conexiones intercelulares. Nadie podía contestar á esta sencilla interrogación: ¿Cómo se transmite la corriente nerviosa desde una fibra sensitiva á una motora? Ciertamente, no faltaban hipótesis; pero todas ellas carecían de base objetiva suficiente.
Y, sin embargo, á despecho de la impotencia del análisis, el problema nos atraía irresistiblemente. Adivinábamos el supremo interés que, para una psicología racional, tenía el formar un concepto claro de la organización del cerebro. Conocer el cerebro —nos decíamos en nuestros entusiasmos idealistas— equivale á averiguar el cauce material del pensamiento y de la voluntad, sorprender la historia íntima de la vida en su perpetuo duelo con las energías exteriores; historia resumida, y en cierto modo esculpida, en esas coordinaciones neuronales defensivas del reflejo, del instinto y de la asociación de las ideas. Mas, por desgracia, faltábanos el arma poderosa con que descuajar la selva impenetrable de la substancia gris, de esa constelación de incógnitas, como en su lenguaje brillante, la llamaba Letamendi.
Y con todo eso, mi pesimismo era exagerado, según hemos de ver. Claro es que el aludido desideratum[6] era y es aún hoy ideal inaccesible. Pero algo se podía avanzar hacia él aprovechando la técnica de entonces. En realidad, el instrumento revelador existía; sólo que ni yo, aislado en mi rincón, lo conocía, ni se había divulgado apenas entre los sabios, no obstante haber visto la luz por los años de 1880. Fué descubierto por C. Golgi, eximio histólogo de Pavía, favorecido por la casualidad, musa inspiradora de los grandes hallazgos. En sus probaturas tintoriales, notó este sabio que el protoplasma de las células nerviosas, tan rebelde á las coloraciones artificiales, posee el precioso atributo de atraer vivamente el precipitado de cromato de plata, cuando este precipitado se produce en el espesor mismo de las piezas. El modus operandi[7], sencillísimo, redúcese á indurar[8] por varios días trozos de substancia gris en soluciones de bicromato de potasa (ó de líquido de Müller), ó mejor aún, en mezcla de bicromato y de solución al 1 por 100 de ácido ósmico; para tratarlos después mediante soluciones diluídas (al 0,75) de nitrato de plata cristalizado. Genérase de este modo un depósito de bicromato argéntico, el cual, por dichosa singularidad que no se ha explicado todavía, selecciona ciertas células nerviosas con exclusión absoluta de otras. Al examinar la preparación, los corpúsculos de la substancia gris muéstranse teñidos de negro achocolatado hasta en sus más finos ramúsculos, que destacan con insuperable claridad, sobre un fondo amarillo transparente, formado por los elementos no impregnados. Gracias á tan valiosa reacción, consiguió Golgi, durante varios años de labor, esclarecer no pocos puntos importantes de la morfología de las células y apéndices nerviosos. Pero, según dejo apuntado, el admirable método de Golgi era por entonces (1887-1888) desconocido por la inmensa mayoría de los neurólogos ó desestimado de los pocos que tuvieron noticia precisa de él. El libro de Ranvier, mi biblia técnica de entonces, le consagraba solamente unas cuantas líneas informativas, escritas displicentemente. Veíase á la legua que el sabio francés no lo había ensayado. Naturalmente, los lectores de Ranvier pensábamos que el susodicho método no valía la pena.
Debo á L. Simarro, el afamado psiquiatra y neurólogo de Valencia, el inolvidable favor de haberme mostrado las primeras buenas preparaciones efectuadas con el proceder del cromato de plata, y de haber llamado mi atención sobre la excepcional importancia del libro del sabio italiano, sobre la íntima estructura de la substancia gris. He aquí cómo fué ello. Merece contarse el hecho, porque sobre haber tenido importancia decisiva en mi carrera, demuestra una vez más la potencia sugestiva y dinamógena de las cosas vistas, es decir, de la percepción directa del objeto, en frente de la debilísima y por no decir nula influencia de estas mismas cosas, cuando á la mente llegan por las descoloridas descripciones de los libros.
Allá por el año de 1887 fuí nombrado juez de oposiciones á cátedras de Anatomía descriptiva. Deseoso de aprovechar mi estancia en Madrid para informarme de las novedades científicas, púseme en comunicación con cuantos en la corte cultivaban los estudios micrográficos. Entre otras visitas instructivas, mencionaré: la girada al Museo de Historia natural, donde conocí al modestísimo cuanto sabio naturalista D. Ignacio Bolívar; la consagrada al Laboratorio de Histología de San Carlos, dirigido por el benemérito Dr. Maestre, y cuyo ayudante, el Dr. López García, mostróme las últimas novedades técnicas de Ranvier, de quien había sido devotísimo y aprovechado discípulo; la dirigida á cierto Instituto biológico particular, instalado en la calle de la Gorguera, en el cual trabajaban varios jóvenes médicos, entre ellos el Dr. D. Federico Rubio, y sobre todo D. Luis Simarro, recién llegado de París y entregado al noble empeño de promover entre nosotros el gusto hacia la investigación; y, en fin, la verificada al laboratorio privado del prestigioso neurólogo valenciano, quien, por cultivar la especialidad profesional de las enfermedades mentales, se ocupaba en el análisis de las alteraciones del sistema nervioso (asistido, por cierto, de copiosísima biblioteca neurológica), ensayando paciente y esmeradamente cuantas novedades técnicas aparecían en el extranjero.
Fué precisamente en casa del Dr. Simarro, situada en la calle del Arco de Santa María, 41, donde por primera vez tuve ocasión de admirar excelentes preparaciones del método de Weigert-Pal, y singularmente, según dejo apuntado, aquellos cortes famosos del cerebro, impregnados mediante el proceder argéntico del sabio de Pavía.
Expresaba en párrafos anteriores la sorpresa sentida al conocer de visu[9] la maravillosa potencia reveladora de la reacción cromo-argéntica y la ninguna emoción provocada en el mundo científico por su hallazgo. ¿Cómo explicar tan extraña indiferencia? Hoy, que conozco bien la psicología de los sabios, hallo la cosa muy natural. En Francia, como en Alemania, y más en ésta que en aquélla, reina una severa disciplina de escuela. Por respeto al maestro, ningún discípulo suele emplear métodos de investigación que no se deban á aquél. En cuanto á los grandes investigadores, creeríanse deshonrados trabajando con métodos ajenos. Las dos grandes pasiones del hombre de ciencia son el orgullo y el patriotismo. Trabajan, sin duda, por amor á la verdad, pero laboran aún más en pro de su prestigio personal ó de la fama intelectual de su país. Soldado del espíritu, el investigador defiende á su patria con el microscopio, la balanza, la retorta ó el telescopio. Por donde, lejos de acoger con agrado y curiosidad la conquista realizada en extrañas tierras, la recibe receloso, como si le trajera grave humillación. Á menos que el invento sea de tal magnitud y transcendencia industrial que, ignorarlo, constituyera pecado de leso patriotismo. ¡Cuántas veces, en mi ya larga carrera, he padecido los desalentadores efectos de tales miserias!... Más adelante, empero, tendré ocasión de elogiar á sabios que, por honrosa excepción, sienten placer en realzar, con trabajos de confirmación y ampliación, el mérito forastero preterido ó ignorado. ¡Pero qué raros tan nobles caracteres!...
Á mi regreso á Valencia decidí emplear en grande escala el método de Golgi y estudiarlo con todo el tesón de que soy capaz. Innumerables probaturas, hechas por Bartual y por mí, en muchos centros nerviosos y especies animales, nos convencieron de que el nuevo recurso analítico tenía ante sí brillante porvenir, sobre todo si se encontraba manera de corregirlo de su carácter un tanto caprichoso y aleatorio[10]. El logro de una buena preparación constituía sorpresa agradable y motivo de jubilosas esperanzas.
Hasta entonces, nuestras preparaciones del cerebro, cerebelo, médula espinal, etc., confirmaban plenamente los descubrimientos del célebre histólogo de Pavía; pero ningún hecho nuevo de importancia aparecía en ellas. No me abandonó por eso la fe en el método. Estaba plenamente persuadido de que, para avanzar seriamente en el conocimiento estructural de los centros nerviosos, era de todo punto preciso servirse de procederes capaces de mostrar, vigorosa y selectivamente teñidas sobre fondo claro, las más tenues raicillas nerviosas. Sabido es que la substancia gris representa algo así como fieltro apretadísimo de hebras ultrafinas: nada valen los cortes delgados ni las coloraciones completas para perseguir estos filamentos. Requiérense al efecto reacciones intensísimas que consientan el empleo de cortes muy gruesos, casi macroscópicos[11] (las expansiones de las células nerviosas tienen á veces muchos milímetros y aun centímetros de longitud), y cuya transparencia, no obstante el insólito espesor, sea posible, gracias á la exclusiva coloración de algunas pocas células ó fibras que destaquen en medio de extensas masas celulares incoloras. Sólo así resulta empresa factible seguir un conductor nervioso desde su origen hasta su terminación[12].
De cualquier modo, estábamos ya en posesión del instrumento requerido. Faltaba solamente determinar escrupulosamente las condiciones de la reacción cromo-argéntica, disciplinarla para adaptarla á cada caso particular. Y si el encéfalo y demás órganos centrales adultos del hombre y vertebrados son demasiado complejos para permitir descubrir, mediante dicho recurso, su plan estructural, ¿por qué no aplicar sistemáticamente el método á los animales inferiores ó á las fases tempranas de la evolución ontogénica, en las cuales el sistema nervioso debe ofrecer organización sencilla y, por decirlo así, esquemática?
Tal era el programa de trabajo que nos impusimos. Iniciado en Valencia, sólo cuando me trasladé á Barcelona fué cumplido con una perseverancia, un entusiasmo y un éxito que superaron mis esperanzas. Pero de esto trataremos oportunamente.
No todo fué, durante mi estancia en la capital valenciana (años de 1886 y 1887) austera y febril labor de laboratorio. Tuvieron también su correspondiente laboreo los barbechos artísticos y filosóficos del cerebro. Forzoso era proporcionar á cada célula su ración y á cada instinto honesto ocasión propicia de ejercitarse. Á guisa de desentumecedores de neuronas en riesgo de anquilosis, desarrollé dos órdenes de distracciones: las excursiones pintorescas, y el estudio experimental del hipnotismo, ciencia naciente que por entonces atraía la curiosidad pública y apasionaba los espíritus.
Poco hablaré de las excursiones, cuyo relato sólo puede ser interesante para los escasos supervivientes de aquellas agradables é higiénicas expansiones. Recordaré no más que varios contertulios del Casino de la Agricultura (Arévalo Vaca, Dr. Guillén, el farmacéutico Dr. Chiarri, doctor Narciso Loras, D. Prudencio Solís, Marsal, Soto, Rodrigo, E. Alabern, F. Peset, Gaspar, Nogueroles, Castro, etc.), organizamos una Sociedad gastronómico deportiva, rotulada humorísticamente el Gaster-Club. Los fines de esta reunión de gente de buen humor reducíanse á girar visitas domingueras á los parajes más atrayentes y pintorescos del reino de Valencia; tomar fotografías de escenas y paisajes interesantes; dar de vez en cuando juego supraintensivo á músculos y pulmones, caminando entre algarrobos, palmitos, pinos y adelfas, y, en fin, saborear la tan suculenta y acreditada paella valenciana. El Reglamento, redactado por mí, excluía como cosa nefanda y abominable cuanto oliera á política, religión ó filosofía, con sus inevitables derivaciones, las controversias acaloradas, perturbadoras de la digestión y enervadoras de la buena amistad. Sólo de ciencia y arte estaba permitido discurrir, y eso en términos llanos y fácilmente comprensibles. Teníamos guerra declarada al énfasis y á la declamación.
Por amor á la Comunidad, sometiéronse los socios á la más exquisita división del trabajo. Arévalo Vaca tomó sobre sí la misión de adiestrarnos en el conocimiento práctico de la geología y fauna de los terrenos visitados; Guillén, futuro Director del Jardín Botánico, quedó encargado de lo concerniente á la flora; tocóme el doble papel de cronista y fotógrafo de las excursiones; el amigo Marsal, profesor de Matemáticas, recibió el delicado encargo de administrar los fondos de la Sociedad y de fijar á prorrateo los gastos de cada gira, cosa á veces difícil porque solíamos sumar un número primo y él tenía la preocupación, muy natural, de obtener dividendos enteros y exactos; un simpático empleado de ferrocarriles, fué encargado de la locomoción, corriendo de su parte el alquiler de caballerías y la obtención de billetes de ferrocarril á bajo precio, con tarifas de alivio destinadas á murgas aldeanas ó á farándulas trashumantes; en fin, un confitero retirado y rico, águila en el arte culinario, dirigía á conciencia la confección de las paellas y elaboración de postres.
Y así, de paella en paella, y siempre en amena y cordial compañía, visitamos todos los rincones atrayentes de la comarca levantina. Sagunto, Castellón, Játiva, Sueca, Cullera, el Desierto de las Palmas, Burjasot, La Albufera, Gandía, las sierras del Monduber y Espadán, etc., desfilaron sucesivamente por el objetivo de mi Kodak, cuajando en pruebas que guardamos piadosamente, como recuerdos de añorada juventud, los pocos supervivientes de aquella generación. Como homenaje cordial á los excelentes camaradas desaparecidos para siempre, reproducimos aquí varias fotografías entresacadas de las numerosísimas conservadas en el Álbum del famoso Gaster-Club.
En cuanto á la otra distracción aludida, tuvo sabor más científico, y consistió en la confirmación experimental y en grande escala de los celebérrimos estudios acerca del sonambulismo artificial y fenómenos de sugestión, efectuados en Francia por Charcot, Liébeault, Bernheim, Beaunis, etcétera. Estas investigaciones de psicología mórbida, emprendidas en el extranjero por sabios famosos habituados á las observaciones exactas, tuvieron inmensa resonancia. Merced á ellas, recibieron al fin carta de naturaleza en la ciencia muchos de los estupendos milagros narrados por Mesmer y exhibidos aparatosamente por los magnetizadores de teatro. Una ciencia nueva, heredera directa de la hechicería medioeval[13], había aparecido. De ella transcendía algo acremente pecaminoso é irresistiblemente tentador para la juventud novelera. Preciso es convenir que, á despecho de tres siglos de ciencia positiva, la afición á lo maravilloso tiene todavía honda raigambre en el espíritu humano. Somos aún demasiado supersticiosos. Miles de años de fe ciega en lo sobrenatural, parecen haber creado en el cerebro algo así como un ganglio religioso. Desaparecido casi enteramente en algunas personas, y caído en atrofia en otras, persiste pujante en las más. Por esprit fort[14] que se sea, ¿quién no ha oído sonar alguna vez aquellas místicas campanas de Is de que habla Renan, ó sentido rebrotar lozana la creencia en genios, duendes y aparecidos?
Por esta vez, sin embargo, no se trataba de manifestaciones sobrenaturales, sino de sorprendentes y harto descuidadas actividades, ó si se quiere anomalías del dinamismo cerebral.
Para estudiarlas metódicamente, varios amigos, algunos de ellos tertulianos del Casino de la Agricultura, organizamos un Comité de investigaciones psicológicas. É inauguramos nuestras pesquisas por la busca y captura de sujetos idóneos. Por mi casa, convertida al efecto en domicilio social, desfilaron especies notabilísimas de histéricas, neurasténicos, maníacos y hasta de acreditados mediums[15] espiritistas. En breve tiempo recogimos copiosa colección de interesantes documentos. Llenos de asombro, hubimos á confirmar casi todos los estupendos fenómenos descritos por los sabios, singularmente los señalados por Bernheim, de Nancy. Ocioso fuera citar menudamente los resultados obtenidos. Carecen de novedad é interés, y más hoy, después de la publicación de tantos Tratados magistrales relativos á este orden de estudios.
Mencionaré, solamente, los experimentos de hipnosis producidos en las personas sanas y al parecer limpias de toda tara neurótica (algunos de ellos, abogados, médicos, etc.). Sobrevenido el grado de sopor y de pasibilidad indispensables, producíanse á la orden del hipnotizador, y tanto durante el sueño como después de despertarse, la catalepsia cérea y la analgesia; congestiones y hemorragias por sugestión; alucinaciones positivas y negativas de todo linaje (visuales, acústicas, táctiles); amnesia total ó parcial; evocación de imágenes olvidadas ó casi olvidadas; desdoblamiento de la personalidad; eclipse ó inversión de los sentimientos más arraigados; y en fin, abolición total del libre albedrío, es decir, de la facultad crítica y de la selección motivada de las reacciones motrices. Hasta los actos más repugnantes al carácter ó los más contrarios á la moral y á la decencia, eran fatal y necesariamente ejecutados. Sujeto hubo que ajustó estrictamente su vida, durante una semana, á un programa especial lleno de acciones extravagantes é ilógicas, sugerido durante el estado somnambúlico.
Y llevando la sugestión al terreno terapéutico, conseguí realizar prodigios que envidiaría el más hábil de los taumaturgos. Mencionaré: la transformación radical del estado emocional de los enfermos (paso casi instantáneo de la tristeza á la alegría); la restauración del apetito en histeroepilépticas inapetentes y emaciadísimas; la curación, por simple mandato, de diversas especies de parálisis crónicas de naturaleza histérica; la cesación brusca de ataques de histerismo con pérdida del conocimiento; el olvido radical de acontecimientos dolorosos y atormentadores; la abolición completa de los dolores del parto en mujeres normales[16]; en fin, la anestesia quirúrgica, etc.
La fama de ciertas curas milagrosas recaídas en histéricas y neurasténicos, divulgóse rápidamente por la ciudad. Á mi consulta acudían enjambres de desequilibrados y hasta de locos de atar. Ocasión propicia hubiera sido aquella para crearme pingüe clientela, si mi carácter y mis gustos lo hubieran consentido. Pero, satisfecha mi curiosidad, licencié á mis enfermos, á quienes, naturalmente, no solía pasar la nota de honorarios: harto pagado quedaba con que se prestaran dócilmente á mis experimentos.
Durante aquellas épicas pesquisas sobre la psicología morbosa, sólo se me resistieron tenazmente esos fenómenos extraordinarios, confinantes con el espiritismo, á saber: la visión á través de cuerpos opacos, la transposición sensorial, la sugestión mental, la telepatía, etc., estupendos milagros afirmados muy formalmente por Ochorowicz, Lombroso, Rochas, Zöllner, Richet, P. Gibier, Flammarion, Myers, etc.
¿Fracasaron quizás por imposibles? Tal creo hoy. Los secuaces de Allan Kardek y los partidarios de la fuerza cerebral radiante, dirán acaso que no tuve suerte. Sin embargo, puse en mis observaciones la mejor voluntad y no escatimé gasto ni diligencia para procurarme los sujetos dotados de virtudes más transcendentales. Pero bastaba con que yo asistiera á una sesión de adivinación, sugestión mental, doble vista, comunicación con los espíritus, posesión demoniaca, etc., para que, á la luz de la más sencilla crítica, se disiparan cual humo todas las propiedades maravillosas de los mediums ó de las histéricas zahoríes. Lo admirable en aquellas sesiones no eran los sujetos, sino la increíble ingenuidad de los asistentes, que tomaban, cual manifestaciones sobrenaturales, ciertos fenómenos nerviosos (autosugestión sobre todo) de los mediums, ó la mera coincidencia de hechos, ó los efectos del hábito mental, ó, en fin, los fáciles y conocidos ardides del cumberlandismo, tan exhibido después en los [17] teatros.
En suma, y prescindiendo aquí de los milagros increíbles atribuídos á ciertos sujetos, declaro que, los consabidos experimentos de sugestión causáronme un doble sentimiento de estupor y desilusión: estupor al reconocer la realidad de fenómenos de automatismo cerebral, estimados hasta entonces como farsas y trampantojos de magnetizadores de circo; y decepción dolorosa al considerar que el tan decantado cerebro humano, la «obra maestra de la creación», adolece del enorme defecto de la sugestibilidad; defecto, en cuya virtud, hasta la más excelsa inteligencia, puede, en ocasiones, convertirse por ministerio de hábiles sugestionadores, conscientes ó inconscientes (oradores, políticos, guerreros, apóstoles, etc.), en humilde y pasivo instrumento de delirios, ambiciones ó codicias.
EDICIÓN Imprenta y Librería de Nicolás Moya, Madrid 1917
Fuente: Project Gutenberg (dominio público) BIBLIO info
1 Biblioenlaces[editar]
1.1 Índice del libro
TOMO II
Historia de mi labor científica
- Dos palabras al lector • 1. Me preparo para oposiciones a cátedras • 2. Caigo enfermo con una afección pulmonar grave • 3. Mi traslación a Valencia • 4. Decido publicar mis trabajos en el extranjero • 5. Mi traslación a la Cátedra de Histología de Barcelona • 6. Algunos detalles tocantes a mis trabajos de 1888 • 7. Excesiva reserva de los sabios acerca de mis trabajos • 8. Mi actividad continúa en aumento • 9. Trabajos de 1891 • 10. Mi traslación a la Corte • 11. Peligros de Madrid para el hombre de laboratorio • 12. La Sociedad Real de Londres me encarga la Croonian Lecture • 13. Mis trabajos durante los años 1894, 1895 y 1896 • 14. Las teorías y los hechos • 15. Mi producción en 1898 y 1899 • 16. Mi labor durante los años 1899 y 1900 • 17. Invitado por la Universidad Clark • 16 bis. Aquejado de una crisis cardíaca, resuelvo vivir en el campo • 17 bis. Congreso médico internacional de 1903 celebrado en Madrid • 18. Mis hallazgos con la nueva fórmula de impregnación argéntica • 19. Trabajos del trienio 1905 a 1907 • 20. Honores y recompensas extraordinarios • 21. Trabajos efectuados entre 1907 y 1917 • 22. Continúa la exposición de los trabajos del último decenio • 23. Epílogo. Mi actividad docente y la multiplicación espiritual
Índice de la obra (dos volúmenes)
1.2 Biblioteca
notas
- ↑
post-mortem,
post mortem (latinismo): después de la muerte (locución adjetiva).
- ↑
amibo,
ameba: el amibo, la ameba.
- ↑ caer en el lazo (locución verbal): caer en la trampa o celada, ser atrapado.
- ↑ A partir de este párrafo Cajal se centra en el teñido de las muestras para su observación al microscopio, asunto que ocupará buena parte del capítulo.
- ↑ empresa de benedictino (locución nominal): tarea harto difícil por minuciosa y vasta.
- ↑ desideratum (latín):
desiderátum, deseo no cumplido.
- ↑ modus operandi (latinismo): procedimiento, modo de operar.
- ↑ indurar:
endurar (endurecer); pero,
induración, acción y efecto de endurecer.
- ↑ de visu (latinismo): visto con los propios ojos, visto por uno mismo.
- ↑ (nota del autor) Á estas veleidades de la impregnación cromo-argéntica se debió, sin duda, el que Simarro, introductor en España de los métodos y descubrimientos de Golgi, abandonara desalentado sus ensayos. En carta suya de 1889 me decía: «Recibí su última publicación sobre la estructura de la médula espinal, que me parece un trabajo notable, mas no convincente, á causa del método de Golgi, que aun en sus manos de usted, que tanto lo ha perfeccionado, es, más que demostrativo, un método sugestivo.»
Por seguro tengo que si mi ilustre amigo hubiera examinado mis preparaciones de la médula espinal, ganglios, cerebelo, etcétera, habríase plenamente convencido de las excelencias de la técnica golgiana y de la exactitud absoluta de mis descripciones. Aquéllas y éstas tuvieron la virtud de persuadir en el Congreso de Berlín de 1889 á los más afamados neurólogos, prestando boga y actualidad á un método hasta entonces cultivado casi exclusivamente en Italia. - ↑ microscópico/macroscópico: antónimos. Lo microscópico, extremadamente pequeño, requiere de un microscopio para ser observado; por el contrario, lo macroscópico, mucho mayor, se ve a simple vista (→ base compositiva culta).
- ↑ La extensión con que Cajal se detiene en la tinción de las muestras expresa lo fundamental que es ese procedimiento previo de la microscopía óptica. El método de Golgi fue crucial para sus posteriores descubrimientos y ambos compartieron el premio Nobel (1906).
- ↑ medioeval:
medieval.
- ↑ esprit fort (francés): espíritu fuerte, librepensador.
- ↑
mediums; singular:
médium.
- ↑ (nota del autor) Un caso de este género fué publicado después en Barcelona en la Gaceta Médica Catalana, número del 15 de Agosto de 1888.
- ↑ (nota del autor) Acaso publique algún día, con el título de «¿Hacia el alma?», cierto mamotreto en que tengo registrados y discutidos muchos de los fracasados ensayos emprendidos con sujetos españoles (alguno tan fecundo en ardides como la famosa napolitana Eusapia Paladino), para contrastar la realidad de los supuestos fenómenos físicos de los mediums (levitación, aparición de objetos, producción de moldes, movimientos intencionales de las mesas, escritura directa, etc.). Hasta hoy, nos han detenido, y acaso nos detengan indefinidamente, sentimientos de piedad y de respeto. Parécenos, en efecto, poco meritorio extirpar ciertos errores dinamógenos, indispensables para la dicha de personas que, poco satisfechas de las religiones históricas, sienten horror hacia el vacío del agnosticismo. Y nos apena, además, tener que delatar, como testigos de hecho, la odiosa explotación de que fueron víctimas, á manos de mediums trapaceros, hombres de ciencia tan simpáticos y prestigiosos como W. Crookes, Zöllner, Flammarion, Lombroso, W. James, Luciani, etc. Estas caídas de mentalidades que, en los dominios de la ciencia, demostraron poseer facultades críticas de primer orden, enseñan cuán superfluo y peligroso resulta abordar el estudio de los fenómenos medianímicos —tan propicios al fraude y superchería— con el prejuicio de la comunicabilidad de los muertos con los vivos. Siempre que semejante estado de creencia falta, las artimañas ingeniosas de los mediums son sorprendidas hasta por los observadores menos sagaces. De ello pudiéramos citar ejemplos elocuentísimos.