RECUERDOS DE MI VIDA
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934)
TOMO II Historia de mi labor científica
CAPÍTULO VIII
Mi actividad continúa en aumento. — Algunos estudios sobre el desarrollo del sistema nervioso (médula y cerebelo). — Curiosa disposición en las fibras musculares de los insectos. — Mis exploraciones en el bulbo olfatorio justifican plenamente la doctrina del contacto. — Hallazgos interesantes en la corteza cerebral de los mamíferos. — Movimiento bibliográfico suscitado por mis investigaciones. — Sabios insignes que aprueban, confirman ó divulgan mis ideas. — Algunos contratiempos y pesadumbres.
Fueron los años de 1890 y 1891 períodos de intensa labor y de gratísimas satisfacciones. Alentado con el aplauso de Kölliker y persuadido de haber hallado al fin mi camino, entreguéme al trabajo con verdadero furor. No parece sino que deseaba convencer con la masa aplastante de mis comunicaciones. Sólo durante 1890 publiqué 14 monografías, sin contar las traducciones. Hoy me asombra aquella actividad devoradora, que desconcertaba hasta á los investigadores alemanes, los más laboriosos y pacientes del orbe. Mi tarea comenzaba á las nueve de la mañana y solía prolongarse hasta cerca de media noche. Y lo más curioso es que el trabajo me causaba placer. Era una embriaguez deliciosa, un encanto irresistible.
Es que, realmente, dejando aparte los halagos del amor propio, el jardín de la neurología brinda al investigador espectáculos cautivadores y emociones artísticas incomparables. En él hallaron, al fin, mis instintos estéticos plena satisfacción. ¡Como el entomólogo á caza de mariposas de vistosos matices, mi atención perseguía, en el vergel de la substancia gris, células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental!...
De cualquier modo, la admiración ingenua de la forma celular constituía uno de mis placeres más gratos. Porque, aun desde el punto de vista plástico, encierra el tejido nervioso incomparables bellezas. ¿Hay en nuestros parques algún árbol más elegante y frondoso que el corpúsculo de Purkinje del cerebelo ó la célula psíquica, es decir, la famosa pirámide cerebral? Los esquemas de las figuras 4 y 8, forzosamente fragmentarios, donde aparecen respectivamente la ingeniosa arquitectura del cerebelo y la de la retina, apenas permiten adivinar la suprema belleza y la elegante variedad de la floresta nerviosa.
¡Y luego es tan dulce, tan confortadora, la emoción de lo nuevo! ¡Resulta tan suavemente acariciador para la vanidad ó el orgullo (debilidades humanas con las cuales debe contarse siempre) el sentimiento aristocrático de descubrir islas recónditas ó formas virginales que parecen esperar, desde el principio del mundo, un digno contemplador de su belleza!
¡Cuántas veces, durante aquellos años de fiebre investigadora, me desveló la emoción del hecho recién descubierto! ¡Cuán á menudo, tras una tarea agotante y un letargo profundo, de esos que, liquidando atrasos fisiológicos, limpian de nubes la pizarra cerebral, surgió con la aurora, como escrita por invisible mano, la solución á un problema de morfología ó de conexión ansiosamente perseguido!... Hoy no me explico bien cómo aquella tensión continua del intelecto y aquella diaria inquietud espiritual no trastornaron mi salud. Sin duda la satisfacción soberana de hacer algo útil constituye un tónico dinámico de primer orden.
No quisiera mortificar al lector hablándole menudamente de mis trabajos. Que si el narrar es placer, el escuchar es paciencia[1], y á veces molestia y desabrimiento. Brevemente, pues, y en estilo casi telegráfico, daré cuenta de la labor cumplida en 1890.
En mi fuero interno, estimo como lo mejor de mi labor de entonces las observaciones consagradas á la neurogenia, es decir, al desarrollo embrionario del sistema nervioso. Perdóneseme si, á pesar de mi promesa de laconismo, señalo aquí algunos antecedentes.
«Puesto que el cromato de plata proporciona en los embriones imágenes más instructivas y constantes que en el adulto, ¿por qué no explorar —me decía— cómo se modela y complica sucesivamente la célula nerviosa, desde su fase germinal, exenta de expansiones, según demostró His, hasta su estado adulto y definitivo? En esta trayectoria evolutiva, ¿no se revelará quizás algo así como un eco ó recapitulación de la historia dramática vivida por la neurona en sus milenarias andanzas al través de la serie animal?»
Con este espíritu puse manos á la obra, primero en los embriones de pollo, después en los de mamífero. Y tuve la satisfacción de sorprender las primeras mutaciones de la neurona, desde los tímidos ensayos de creación de expansiones frecuentemente rectificadas y hasta reabsorbidas, hasta la organización definitiva del axon y dendritas. Y, en armonía con el principio biogenético fundamental de Häckel, hallé que la célula nerviosa repite en su evolución individual, con algunas simplificaciones y omisiones, las formas permanentes descubiertas por Retzius y Lenhossék en los ganglios de los invertebrados.
Excusado es decir que si el problema de la morfología neuronal aparecía obscuro antes de la publicación de los memorables trabajos de Golgi, el de la ontogenia presentábase todavía más tenebroso. Á guisa de soluciones provisionales, corrían las especulaciones más arbitrarias. El punto más urgente á esclarecer consistía en averiguar cómo se forman los nervios y en virtud de qué mecanismo los apéndices axónicos se enlazan, sin errores ni extravíos, con sus aparatos terminales (placas motrices, órganos sensitivos cutáneos, etc.). No obstante el caos de conjeturas, dos teorías se disputaban la mayoría de los sufragios.
Para Kupffer, His y Kölliker, el neuroblasto ó célula nerviosa primitiva genera los nervios, mediante la emisión de un brote ó apéndice, el axon, que crecería libremente al través de los demás tejidos para abordar los aparatos terminales, donde acabaría mediante ramificaciones independientes. En cambio, Hensen y sus adeptos negaban categóricamente semejante crecimiento libre, admitiendo (al objeto de explicar la perfecta adecuación y congruencia existentes entre las estaciones centrales y los aparatos sensitivos y sensoriales periféricos), que el neuroblasto sufre desde el principio una serie de particiones incompletas. Primeramente y tras la división nuclear, se producirían el soma central y el órgano receptor periférico; luego ocurriría la emigración de los núcleos, pero con mantenimiento del protoplasma intermediario, es decir, que media célula con su núcleo permanecería, ab initio[2], en la piel ú órgano sensorial periférico, mientras que la otra media yacería en los centros nerviosos embrionarios (fig. 19, A). En consecuencia, el crecimiento del nervio se verificaría, no por incremento continuo de un cabo libre, sino mediante estiramiento progresivo del puente protoplásmico intermediario. En fin, nuevas proliferaciones, exclusivamente recaídas en los núcleos, proveerían de estos órganos, la larguísima cadena de los nervios periféricos.

Como variante de esta concepción hipotética de Hensen, puede estimarse cierta teoría defendida desde antiguo y renovada hasta hace pocos años, por Beard, Dohrn, Durante, Cornil, Bethe, etc., para quienes los axones, y por tanto, los nervios, resultarían de la diferenciación y fusión de larga cadena de neuroblastos emigrados de los centros ó de la membrana ectodérmica (fig. 20). En sentir de estos sabios, el cilindro-eje embrionario, lejos de significar el retoño, en vías de crecimiento, del protoplasma de una célula nerviosa, representaría la obra común histogenética de muchos corpúsculos ectodérmicos. En las figuras 19 y 20 mostramos esquemáticamente los rasgos principales de estas dos hipótesis en pugna.
Mis investigaciones, confirmadas inmediatamente por Lenhossék y Retzius, contribuyeron á esclarecer el tema debatido, sancionando definitivamente la concepción hipotética de Kupffer é His, y asentando, en fin, sobre bases inconmovibles la doctrina (ya muy probable después de los recientes descubrimientos morfológicos) de la unidad genética de las fibras nerviosas y de los apéndices protoplásmicos. En efecto, las preparaciones obtenidas por mí durante las fases más tempranas del embrión de pollo (del segundo al cuarto día de la incubación), revelaron clarísimamente que, pasado el estado germinal ó indiferente, la célula nerviosa emite primeramente el axon ó expansión primordial, según había descubierto His, y sólo en época ulterior produce las prolongaciones protoplásmicas y colaterales nerviosas. Todos estos apéndices aparecen continuos con el soma, y crecen sucesivamente, manteniendo su individualidad hasta alcanzar la longitud adulta y salir al encuentro de los elementos extraños (musculares, epiteliales ó nerviosos), con quienes deben mantener comercio fisiológico[3].
Ciertamente, ya el ilustre His había observado el axon de los neuroblastos más tempranos. Pero los métodos utilizados por el neurólogo de Leipzig no le permitieron sorprender la forma de crecimiento de dicha expansión ni espiar el momento de aparición de las dendritas. Además, no vió ni podía ver, dada la precaria técnica de entonces, el cabo final de la expansión nerviosa en vías de crecimiento. Y mientras tal observación no se realizara, la severa objeción de Hensen «nadie ha visto en el embrión el cabo libre de un nervio en vías de crecimiento» conservaba toda su fuerza.
Yo tuve la fortuna de contemplar por primera vez ese fantástico cabo del axon en crecimiento[4]. En mis cortes de la médula espinal del embrión de pollo de tres días, mostrábase este cabo á modo de conglomerado protoplásmico de forma cónica, dotado de movimientos amiboides. Pudiera compararse á ariete vivo, blando y maleable, que avanza, empujando mecánicamente los obstáculos hallados en su camino, hasta asaltar su distrito de terminación periférica. Esta curiosa maza terminal fué bautizada por mí: cono de crecimiento. Confirmado por Lenhossék[5], Retzius, Kölliker y Athias, y en tiempos más posteriores por Held, Harrison, etc., constituye hoy hecho vulgar de la ontogenia nerviosa (fig. 21, a).
- En mis preparaciones de entonces aparecían también los primeros conatos productores de las dendritas, que nacen de la porción originaria del axon (repetición de lo ocurrido en los invertebrados); las ramificaciones sucesivas de estas expansiones; las fases iniciales de las colaterales nerviosas; el modelamiento de la arborización terminal del axon; el mecanismo productivo de la substancia blanca, y en fin, las fases primordiales de las raíces posteriores con su típica bifurcación, etc. Diversas leyes neurogenéticas, tales como la de prelación evolutiva de las colaterales del cordón anterior; la de las neuronas motrices sobre las funiculares; la de las colaterales de la substancia blanca sobre las brotadas en la substancia gris (colaterales nacidas del trayecto horizontal de los axones, etc.), y otros muchos hechos que fuera inoportuno enumerar, quedaron definitivamente establecidos.
Con igual ardor y fortuna acometí después la evolución ontogénica de las células y fibras de la corteza cerebelosa. En tan sugestivo dominio, varios interesantes problemas esperaban urgente solución. ¿Cómo crecen las fibras aferentes y se organizan las conexiones por contigüidad entre las trepadoras, por ejemplo, y el tallo de los corpúsculos de Purkinje? Durante la ontogenia cerebelosa, la expresión metafórica arborización trepadora, ¿no implica quizás una acción real y efectiva de trepar?
Los hechos recolectados en el cerebelo de los animales recién nacidos contestaron afirmativamente. Conforme advertirá el lector que pase la vista por la figura 22, los axones de los mencionados conductores, arribados de centros lejanos, olfatean, digámoslo así, el soma de los elementos de Purkinje, al cual abrazan, mediante nidos varicosos, rudimento de la futura arborización. Una vez sobre él, las ramas del nido nervioso trepan positivamente, á lo largo del tallo principal y dendritas, hasta generar, por fin, el plexo complicado característico de los conductores adultos. Excusado es decir que este fenómeno, tan significativo para la doctrina neuronal, fué comprobado después por los autores (Retzius, Kölliker, van Gehuchten, Athias, C. Calleja, Azoulay, etc.).
Me atraía también la cuestión de saber cómo un neuroblasto piriforme, desnudo de expansiones, se convierte en el árbol prodigioso, especie de seto vivo, de la célula de Purkinje. Mi curiosidad quedó plenamente satisfecha con el encuentro de las fases primordiales de esta evolución, de que damos copia en la figura 23. Por cierto que, de pasada, topamos con un hecho biológico interesante. Echamos de ver que todo ramaje protoplásmico ó nervioso en vías de formación atraviesa un período, por decirlo así, caótico, de tanteo, durante el cual son proyectadas al azar vías de ensayo, destinadas en gran parte á desaparecer (fig. 23, a). Á semejanza del minero, que cava á ciegas en busca del filón desaparecido, los brotes protoplásmicos ensayan diversos caminos hasta atinar con el verdadero. Más adelante, llegadas ya las fibras nerviosas aferentes, ó cuando se modelan y alcanzan plena sazón las neuronas funcionalmente solidarias, subsisten, consolidándose, las expansiones útiles y se reabsorben las inútiles ó exploradoras. En este caso, la naturaleza procede como el jardinero que endereza y favorece los retoños bien dirigidos y poda los viciosos ó superfluos. Porque la vida repugna lo redundante y se muestra singularmente avara de protoplasma y de espacio.
Otro curioso fenómeno de emigración y metamorfosis, en virtud de irresistibles impulsos y á pesar de los mayores obstáculos, ofreciéronme los granos jóvenes ó indiferenciados del cerebelo de los mamíferos recién nacidos.

En la figura 24 reproducimos esquemáticamente algunas de estas curiosas contradanzas de los granos. Se sabía desde hacía mucho tiempo que el grano joven ó indiferenciado (fase germinal) conjuntamente con otras células nerviosas en esbozo, habita la zona superficial del cerebelo (fig. 24, A) (granos periféricos), afectando forma poliédrica irregular. Pero nada se conocía de sus ulteriores evoluciones. Mis observaciones revelaron que el grano sale de este estado indiferente, tornándose primeramente bipolar horizontal, es decir, emitiendo dos largas expansiones contrapuestas (4) que marchan en la dirección de las láminas cerebelosas; después, del lado profundo del soma, proyecta cierta expansión descendente, que atrayendo hacia sí buena parte del protoplasma, incluyendo el núcleo, transforma la célula de bipolar horizontal en bipolar radial ó vertical (fig. 24, 5 y 6). En fin, con el arribo laborioso del soma á las regiones profundas, coincide la aparición de las finas dendritas y el modelamiento definitivo del grano cerebeloso (9, 10).
Todas estas extrañas evoluciones parecen encaminadas á fijar desde luego, sobre las partes correspondientes de las dendritas de Purkinje, la posición de las fibrillas paralelas. Nótese, en efecto, que las primeras expansiones del grano en fase bipolar tangencial, no son otra cosa que las delicadas ramas terminales del futuro cilindro-eje (fibrillas paralelas). Por donde se ve que las ramas nerviosas se diferencian antes que el axon que las sustenta, del mismo modo que éste precede á las dendritas.
Las referidas metamorfosis del grano (confirmadas después por Lugaro, Retzius, Athias y otros sabios), si denuncian algunos resortes íntimos del mecanismo ontogénico de las neuronas, plantean también arduos y transcendentales problemas. ¿Qué misteriosas fuerzas presiden la aparición de las expansiones, promueven su crecimiento y ramificación, provocan la emigración congruente de células y fibras, según direcciones prefijadas y como obedeciendo á sabio plan arquitectónico, y establecen, en fin, esos ósculos protoplásmicos, las articulaciones intercelulares, que parecen constituir el éxtasis final de una épica historia de amor?...
He aquí un enigma insondable, acerca del cual expondremos, empero, más adelante, cierta hipótesis —la teoría neurotrópica—, acogida simpáticamente por muchos neurólogos, aunque prematura é insuficiente, como todas las que pretenden sondear el formidable abismo de las causas íntimas de la evolución.
No quiero abusar más de la paciencia del lector, puntualizando aquí el contenido y alcance de otras comunicaciones de 1890. Limitareme á transcribir algunos párrafos tomados de la lista de mis trabajos científicos. Las investigaciones aludidas versan sobre el tejido muscular de los insectos, las fibras nerviosas del corazón, la estructura de las circunvoluciones cerebrales, el origen y terminación de las fibras olfatorias, la estructura de los ganglios nerviosos, etcétera, etc.
1. Estructura de los músculos estriados.—Aplicando el cromato de plata al estudio de los músculos de las patas y de las alas de los insectos, pusimos de manifiesto las siguientes particularidades:
- a) La existencia en torno de los haces musculares de las alas de un sistema especial de células nerviosas estrelladas, cuyos apéndices parecen entrar en contacto con la materia contráctil.
- b) La presencia en torno de cada fibrilla primitiva del haz muscular de ciertas redes transversales de extraordinaria delicadeza, totalmente invisibles por otros métodos, y situadas al nivel de las bandas obscuras. Este retículo, que parece enlazarse con las últimas proyecciones de las tráqueas, varía algo en número y posición, según las especies de insectos, prefiriendo de ordinario la altura de las bandas obscuras. Semejante encuentro fué confirmado varios años después por Fusari en los vertebrados é invertebrados. Los recientes estudios de Veratti y Holmgren acerca de las citadas redes, sugieren el pensamiento de que se trata del aparato reticular de Golgi del tejido muscular (véase más adelante), el cual exhibiría aquí caracteres especialísimos.
Terminaciones nerviosas en el corazón.—Se demuestra en este opúsculo que las fibras nerviosas simpáticas del corazón de los batracios y reptiles se terminan por arborizaciones pálidas pericelulares, análogas á las descritas en los músculos lisos, confirmándose de esta suerte la opinión de Arstein, fundada en las revelaciones del método de Ehrlich.
Cerebro de los mamíferos.—En un primer trabajo sobre el argumento se hacen constar estos tres hechos interesantes:
- a) Descubrimiento, en la primera capa cerebral de los mamíferos, de unos corpúsculos nerviosos especiales, cuyas dendritas, larguísimas y horizontales, corren sobre extensión enorme de la superficie cortical.
- b) Hallazgo en la misma zona de varios pequeños corpúsculos de axon corto, desconocidos de los autores.
- c) Descripción sucinta de la arborización final, en la zona molecular, del tallo radial de las células piramidales, es decir, de una fronda ó copa terminal, que había escapado á la sagacidad de Golgi y sus discípulos.
- Estas adquisiciones fueron primeramente confirmadas por Retzius, que designó las células especiales de la zona primera (células que él estudió minuciosamente en el cerebro humano) células de Cajal. Kölliker, van Gehuchten, Schäffer, Veratti, etc., las han confirmado también, añadiendo, naturalmente, nuevos hechos morfológicos.
De un trabajo fundamental sobre el cerebro, aparecido en 1892, nos ocuparemos oportunamente.
En una segunda comunicación mucho más extensa se añaden, con relación á la estructura de la corteza gris del cerebro, los siguientes datos:
- a) Se prueba que el axon de las medianas y grandes pirámides, así como el de las células polimorfas, penetra en la substancia blanca, donde á veces se bifurca.
- b) Se mencionan las espinas del tallo y penacho terminal de las pirámides.
- c) Se consigna que el cuerpo calloso consta de tubos directos y de colaterales de axones de pirámides de proyección ó asociación.
- d) Se descubren colaterales y bifurcaciones en las fibras del cuerpo calloso.
- e) Se confirma la existencia en los embriones y mamíferos jóvenes de células epitélicas, extendidas desde los ventrículos á la superficie cerebral, y se refutan los errores de Magini acerca de la composición de estas fibras.
- f) Se prueba que en el cerebro, como en la médula, muchas células neuróglicas son elementos epiteliales dislocados y emigrados.
- g) Se sorprenden, con el método de Weigert, las estrangulaciones de los tubos nerviosos cerebrales, negadas por muchos, etc., etc.
- Bulbo olfatorio.—De mucho más valor teórico fué el trabajo consagrado al análisis de las vías olfatorias. Gracias á la arquitectura regular y relativamente accesible de este centro, por varios conceptos comparable al cerebelo y á la retina, logramos contrastar una vez más el papel transmisor de las dendritas y la propagación nerviosa por contacto. Aparte de su valor crítico y teórico, contiene dicha comunicación algunos datos objetivos de valor, tales como:

- a) La demostración del curso total de las fibras nerviosas olfatorias, desde la mucosa hasta su arribo al glomérulo del bulbo, en donde se terminan, no por redes como pensaba Golgi, sino por arborizaciones libres varicosas. (Confirmado por Retzius, Lenhossék, van Gehuchten y Martin, Calleja, Blanes, etc.) (fig. 26, D).
- b) La existencia de células nerviosas diminutas situadas dentro de los glomérulos. (Confirmadas por Blanes, etc.).
- c) La emergencia de colaterales en los axones de las células mitrales, colaterales que se ramifican en la capa molecular. (Confirmadas por Pedro Ramón en las aves, por van Gehuchten, etc.).
- d) El hallazgo en la zona de los granos de ciertas células estrelladas grandes, cuyo axon corto se arboriza en la capa molecular. (Confirmado por van Gehuchten, etc.).
- e) En fin, se traza el esquema dinámico del bulbo, llamando la atención de los sabios sobre la necesidad de otorgar significación nerviosa, y por consiguiente, oficio conductor á los brazos protoplásmicos de las mitrales y células empenachadas, únicas partes celulares penetrantes en los glomérulos y en contacto íntimo con las fibrillas olfatorias; puesto que, contra la aserción de Golgi, estas últimas fibras no salen jamás del territorio glomerular ni en él entran axones de origen central. (Aceptado por Retzius, van Gehuchten, Kölliker, Waldeyer, Lugaro, Calleja, Blanes, etc.).
El esquema de la figura 26 hará patente la marcha de las corrientes en los centros olfativos.
La historia de la interpretación fisiológica de la estructura del bulbo olfatorio ofrece un caso típico de la influencia paralizante de los prejuicios teóricos. Ya Golgi había descubierto antes que nosotros los hechos más importantes de la citada estructura, singularmente el valiosísimo de la concurrencia, dentro de los glomérulos, de las fibras olfativas, por un lado, y del penacho dendrítico de las células mitrales (fig. 26, a), por otro; pero su concepción rígida de la red nerviosa difusa no le permitió comprender el gran alcance fisiológico de semejante disposición.
De menos valor son algunos artículos relativos á las células gigantes de la lepra y á la estructura de los ganglios nerviosos raquídeos. Por ahora no haremos sino citarlos. Acerca de mis encuentros en los ganglios, trataremos ex profeso más adelante.
Dejo ya dicho que los años de 1890 y 1891 fueron mi Domingo de Ramos. La generosa acogida que mis ideas obtuvieron de sabios insignes, motivó una franca confianza en las revelaciones del método de Golgi y en la exactitud de mis descripciones. En consecuencia, se desarrolló un movimiento bibliográfico considerable. Todos querían contribuir con algo al enriquecimiento de la nueva doctrina neurológica, patrocinada en Alemania por maestros de la talla de His, Waldeyer, Kölliker y Edinger. Los sabios de las naciones latinas y escandinavas siguieron después. En Italia adoptaron las nuevas ideas, no obstante la autoridad arrolladora de Golgi, Lugaro y Tanzi; en Bélgica, van Gehuchten; en Suiza, von Lenhossék; en Suecia, Retzius; en Francia, Azoulay, Dejerine y sobre todo el célebre profesor de la Universidad de París, el simpático Matías Duval.
Largo y enfadoso fuera citar todos los discursos, artículos de propaganda ó trabajos de confirmación con que altos prestigios ampararon la modestia de mi pabellón científico. Mencionaré no más algunos de ellos, casi todos aparecidos en 1891.
Uno de los primeros sabios convertidos á mis ideas fué el profesor de Lovaina A. van Gehuchten, renombrado citólogo de la Escuela de Carnoy, transformado entonces, por una especie de inducción, en ardoroso cultivador de la neurología. Permítasenos copiar aquí algunos párrafos de su famoso discurso de Jubileo, en donde el sabio belga cuenta sus primeros pasos de catecúmeno:
«Era la época —dice van Gehuchten— en que el método de Golgi encontró al fin aplicación práctica. Los hechos nuevos revelados por este proceder iban á revolucionar la anatomía del sistema nervioso. Los laboratorios de Anatomía hallábanse en ebullición. Todos queríamos aportar nuestra piedra al edificio nuevo que, bajo la impulsión genial de Cajal, resultaba grandioso. No sólo la técnica del método se había simplificado, sino que los resultados aportados vinieron á ser más constantes y decisivos...»
«Me pregunta el Comité organizador de esta fiesta cómo me ocurrió la idea, hace veinticinco años, de dirigir mi actividad científica hacia los estudios del sistema nervioso. Deseoso de contestaros, he procurado revivir con el pensamiento los primeros años de mi enseñanza universitaria. Era en 1888. Estaba yo en correspondencia con Cajal, con ocasión de trabajos respectivamente publicados sobre la estructura íntima de la célula muscular. Cierto día me escribe, manifestándome que abandona sus investigaciones sobre los músculos, para ocuparse de los centros nerviosos, motivando su decisión en el hecho de haber obtenido resultados notables aplicando sobre los embriones una de las fórmulas del método de Golgi creado desde 1875. Yo comprobé sus afirmaciones, persuadiéndome de que tenía razón... El primer paso estaba dado, después otros siguiéronse naturalmente.»
En efecto, la obra cumplida por van Gehuchten á partir de aquella sugestión fué importantísima, recayendo sobre gran parte del sistema nervioso, y especialmente sobre los vertebrados inferiores. Ciñéndonos á los trabajos de confirmación publicados entonces por el sabio belga, mencionaremos unas elocuentes conferencias de divulgación pronunciadas ante la Sociedad Belga de Microscopia y cierta extensa monografía consagrada al estudio de la médula y del cerebelo, donde el autor, además de corroborar los hechos descubiertos por mí y por Kölliker, añade detalles descriptivos nuevos é interpretaciones importantes.
Al insigne sabio belga debí yo ser rápidamente conocido en los países de lengua francesa. En páginas ulteriores he de volver á tratar de las iniciativas científicas del malogrado maestro[6], ya que en los siguientes años nuestras actividades corrieron á menudo paralelas, acometiendo los mismos temas y contribuyendo á elaborar los mismos conceptos.
Continuaron esta labor de difusión y popularización dos insignes investigadores alemanes: Waldeyer é His. El primero publicó, en un semanario médico de Berlín, metódica y clarísima exposición de las nuevas ideas, que ilustró con profusión de gráficos esquemas. Suya es la palabra neurona (unidad nerviosa), con que resumió la tesis de la individualidad morfológica, fisiológica y genética del corpúsculo ganglionar defendida por His y nosotros.
También His, el renombrado embriólogo de Leipzig, de quien hemos hablado ya con merecido encomio en páginas anteriores, resumió el nuevo concepto de la fina estructura de los centros en sugestivo folleto, ilustrado con numerosos esquemas. Como es natural, al exponer los hechos morfológicos señalados por mí y por Kölliker, recordaba que en los embriones más tempranos los neuroblastos se comportan como elementos independientes, se desarrollan por vía de crecimiento y son capaces de emigración.
Interesante asimismo como obra de propaganda fué el estudio consagrado al tema por Kupffer, uno de los anatómicos y embriólogos más célebres de Alemania, promotor, según dejamos dicho, del concepto de la unidad genética de los nervios. Aunque publicado en fecha posterior (1894), lo citamos aquí por representar un trabajo divulgador de las nuevas direcciones neurológicas.
La labor del concienzudo Retzius fué extraordinariamente importante. Este sabio acogió con tanto más agrado el concepto de la transmisión por contacto, cuanto que, en sus Memorias antiguas sobre la estructura de los órganos de los sentidos, habíase mostrado muy reacio en afiliarse á la teoría reticular. Además, había aplicado por entonces el método de Ehrlich (azul de metileno) al sistema nervioso de los invertebrados (crustáceos, gusanos, moluscos, etcétera) y hallado, en perfecta concordancia con mi manera de ver, que la arborización terminal de las fibras nerviosas en los ganglios no constituye jamás red, sino que aparece perfectamente libre, entrando en contacto íntimo, en la Punktsubstanz, con las proyecciones dendríticas de otras neuronas. Ulteriormente, habiendo usado el cromato de plata con arreglo á mis indicaciones, confirmó y amplió en una serie de magníficas monografías casi todos los hechos señalados por nosotros en la evolución ontogénica y estructura adulta de los centros nerviosos. Particularmente interesante es la síntesis de la concepción neuronal con relación á la estructura de los sentidos, expuesta por dicho sabio en 1892. Al recordar su precioso apoyo de entonces, fuera ingrato no mencionar que, por iniciativa del maestro sueco, obtuvieron mis trabajos la primera distinción académica, la de miembro de la Real Academia de Medicina de Estocolmo, ante la cual pronunció varias conferencias resumiendo mis investigaciones, así como las de Golgi y Kölliker[7].
Poco después intervino Lenhossék, el profesor de Basilea, tan reservado al principio. Aparte un trabajo fundamental sobre el sistema nervioso de la lombriz de tierra, en que, á semejanza de Retzius, se corroboraba en los invertebrados la ley del contacto, dicho sabio publicó un soberbio libro sobre la médula espinal de los mamíferos. En esta obra, de que se hicieron rápidamente dos ediciones, sancionó Lenhossék cuanto yo había afirmado acerca de la disposición terminal de las raíces posteriores, estructura de la substancia gris, origen y terminación de las fibras nerviosas, y enriqueció nuestro conocimiento sobre las colaterales sensitivas, composición de las raíces posteriores (halló en ellas fibras motrices), elementos nerviosos y neuróglicos de la substancia gris, etc., con valiosas contribuciones[8].
En Francia tuve la suerte de ganar para mi causa al Dr. L. Azoulay, joven de mucho talento, que confirmó no pocas de mis conclusiones acerca de la estructura del cerebelo, cerebro y médula espinal, y llegó á ser con el tiempo el generoso traductor francés de mis libros y el mejor de mis amigos; y al ilustre Matías Duval, profesor de Histología de la Facultad de Medicina de París, que llevó su adhesión á mis ideas, hasta mandar reproducir, en grandes cuadros murales destinados á la enseñanza, los esquemas de mis publicaciones neurológicas. Los que oyeron, por aquella época sus elocuentísimas lecciones (Duval era un expositor científico de primer orden), contaban que, una de sus frases favoritas al inaugurar sus conferencias acerca del sistema nervioso, era: «Por esta vez la luz nos llega del Mediodía, de la noble España, país del sol...» Parecidas afectuosas palabras repitió más tarde en el prólogo con que apadrinó, ante el público francés, la traducción de mis conferencias de Barcelona.
Aunque dados á la estampa en fechas ulteriores (1893), citaremos aún, para ser completos, un artículo de vulgarización publicado en Francia por Dagonet; la elocuente exposición doctrinal de Tanzi, profesor de la Facultad de Medicina de Florencia; el resumen de Bergonzini, y, en fin, la presentación benévola de mis ideas, hecha por el célebre Edinger en su clásico libro sobre la estructura comparativa del sistema nervioso.
No todo fueron venturas y satisfacciones durante el año de 1890 y siguiente. Tuve también inesperados contratiempos.
Uno de ellos fué, en el orden científico, mi polémica con el profesor Camilo Golgi, que, en artículo publicado en el Anatomischer Anzeiger, reclamó la prioridad del hallazgo de las fibras colaterales de la médula espinal. En dicho escrito, harto desabrido y acre de tono, el maestro de Pavía exhumaba cierta breve comunicación publicada en 1880 en un periódico local de Reggio Emilia (Italia), absolutamente desconocida de los sabios. En este artículo —olvidado al parecer por el mismo Golgi, puesto que no alude á él en su obra magna del sistema nervioso (1885)— figura un párrafo de tres líneas en que se mencionan, en efecto, las famosas ramas transversales brotadas de los tubos de los cordones.
En términos comedidos contesté yo, concediéndole de buen grado la prioridad del descubrimiento, aunque lamentando que un hecho de tamaña importancia hubiera visto solamente la luz en Revista local desconocida. Y, aprovechando la ocasión, redacté un resumen de las conclusiones más importantes deducidas de mis trabajos é hice una crítica severa de las especulaciones teóricas del sabio de Pavía (papel meramente nutritivo de las dendritas, red nerviosa difusa intersticial, significación funcional de los dos tipos neuronales, oficio vegetativo de la neuroglia, etc.).
La justificada reclamación de Golgi disminuyó, naturalmente, mi caudal de hallazgos en la médula espinal. El saldo en mi favor fué, sin embargo, suficiente para consolar mi amor propio, un tanto decepcionado. Considerando sólo el capítulo de las colaterales, figuran todavía en mi haber personal: la descripción del modo de terminación de dichas fibras en la substancia gris; sus conexiones, mediante nidos, con las neuronas motrices y funiculares; su disposición variada en los diversos cordones, y, en fin, su participación en la constitución de las comisuras blanca y gris.
De estos percances ningún observador, ni aun los mejores conocedores de la bibliografía, se verá jamás enteramente libre. ¿Cómo evitar, en efecto, que, por negligencia, comodidad de redacción, acaso por asegurar fecha lo más temprana posible, un sabio publique ó entierre (¡se dan casos!) por varios años, en obscuro boletín local, ó en las Actas de modesta Academia provinciana, un hecho interesante recién descubierto? Ciertamente, los cultivadores de la ciencia venimos obligados á publicar nuestros trabajos en Revistas ó Archivos universalmente conocidos, para facilitar la pesquisa bibliográfica y evitar sorpresas desagradables; pero ¿quién no ha incurrido alguna vez en este pecado de pereza?
Las demás pesadumbres pertenecen al orden familiar y no interesan al lector. Mi hijo mayor, que prometía ser mozo de entendimiento, cayó gravemente enfermo con una fiebre tifoidea, de cuyas resultas, además de paralizarse bastante su desarrollo mental, brotaron los gérmenes de la enfermedad cardíaca que le llevó, tres lustros después, al sepulcro. Y una de mis hijas, la primera nacida en Barcelona, fué víctima de la inexorable meningitis, contraída durante la convalecencia del sarampión. Porque en las grandes y húmedas urbes toda debilidad resulta peligrosa, á causa del perpetuo acecho del bacilo de la tuberculosis, suspendido en la atmósfera y en profusión sembrado por industriales desaprensivos en leches y carnes.
¡Pobre Enriqueta!... Su imagen pálida y doliente vive en mi memoria, asociada, por singular y amargo contraste, á uno de mis descubrimientos más bellos: el cilindro-eje de los granos del cerebelo y su continuación con las fibrillas paralelas de la capa molecular. Acaso en tan triste ocasión fué el dolor un soberano despertador. Profundamente desvelado, y rendido de fatiga y de pena, dí en la manía de embriagarme, durante las altas horas de la noche, con la luz del microscopio, á fin de adormecer mis crueles torturas. Y cierta noche aciaga, cuando las tinieblas comenzaban á abatirse sobre un sér inocente, brilló de repente en mi espíritu el resplandor de una nueva verdad... Pero no renovemos tristes recuerdos. Además, ¿á quién importan estas cosas?...
EDICIÓN Imprenta y Librería de Nicolás Moya, Madrid 1917
Fuente: Project Gutenberg (dominio público) BIBLIO info
1 Biblioenlaces[editar]
1.1 Índice del libro
TOMO II
Historia de mi labor científica
- Dos palabras al lector • 1. Me preparo para oposiciones a cátedras • 2. Caigo enfermo con una afección pulmonar grave • 3. Mi traslación a Valencia • 4. Decido publicar mis trabajos en el extranjero • 5. Mi traslación a la Cátedra de Histología de Barcelona • 6. Algunos detalles tocantes a mis trabajos de 1888 • 7. Excesiva reserva de los sabios acerca de mis trabajos • 8. Mi actividad continúa en aumento • 9. Trabajos de 1891 • 10. Mi traslación a la Corte • 11. Peligros de Madrid para el hombre de laboratorio • 12. La Sociedad Real de Londres me encarga la Croonian Lecture • 13. Mis trabajos durante los años 1894, 1895 y 1896 • 14. Las teorías y los hechos • 15. Mi producción en 1898 y 1899 • 16. Mi labor durante los años 1899 y 1900 • 17. Invitado por la Universidad Clark • 16 bis. Aquejado de una crisis cardíaca, resuelvo vivir en el campo • 17 bis. Congreso médico internacional de 1903 celebrado en Madrid • 18. Mis hallazgos con la nueva fórmula de impregnación argéntica • 19. Trabajos del trienio 1905 a 1907 • 20. Honores y recompensas extraordinarios • 21. Trabajos efectuados entre 1907 y 1917 • 22. Continúa la exposición de los trabajos del último decenio • 23. Epílogo. Mi actividad docente y la multiplicación espiritual
Índice de la obra (dos volúmenes)
1.2 Biblioteca
notas
- ↑ expresión
- ↑
ab initio,
ab initio (latinismo): desde el principio (locución adverbial).
- ↑ (nota del autor) Mi trabajo de 1890 tocante á la evolución ontogénica de la médula espinal, lleva por título: «Sobre la aparición de las expansiones celulares en la médula embrionaria». Gaceta Sanitaria de Barcelona, 10 de Agosto de 1890. De esta monografía, adornada con muchos dibujos, se hizo una traducción, con importantes adiciones, para el Anatomischer Anzeiger, números 21 y 22, 1890, bajo el título: A quelle époque apparaissent les expansions des cellules nerveuses de la moelle épinière du poulet?
- ↑ (nota del autor) El profesor His quedó encantado con mi encuentro del cono de crecimiento, según me expresaba en una de sus cartas. Su alegría se justificaba bien, recordando que, merced á este hallazgo, quedaron refutadas las objeciones de Hensen y vino á ser sólidamente cimentada la concepción monogénica del crecimiento continuo del axon y demás expansiones celulares.
- ↑ (nota del autor) Justo es consignar que, á excepción del cono de crecimiento, casi todos estos descubrimientos fueron también hechos por Lenhossék, aunque mi comunicación viera la luz antes que la suya. Véase Lenhossék: Zur Kenntnis der ersten Entstehung der Nervenzellen und Nervenfasern beim Vogelembryo. Verhandl. der X inter. mediz. Kongresses. Bd. II, pág. 114. Berlín, 1890.
- ↑ (nota del autor) Todavía joven y en plena lozanía de espíritu, el profesor van Gehuchten acaba de morir en Cambridge (Septiembre de 1914), en cuyos célebres colegios universitarios fueron cordialmente acogidos varios sabios belgas emigrados. El llorado maestro fué una de tantas víctimas de la horrenda guerra que devasta actualmente á la culta Europa (escribo en Julio de 1915). El incendio de Lovaina le había arruinado material y moralmente. Destruída la Universidad, abrasada la Biblioteca, en pavesas su magnífica colección de preparaciones y aparatos científicos, y errante, en fin, fuera de su patria, cayó van Gehuchten en un estado de melancolía y abatimiento profundos. Según noticias que me comunica el profesor Havet (otro emigrado belga), una pequeña operación (la de la apendicitis), que, en condiciones ordinarias, habría sido soportada perfectamente, motivó un incidente cardíaco seguido de muerte.
- ↑ (nota del autor) Así me lo comunicó en amable carta del 25 de Junio de 1891. «He expuesto —me dice— á menudo en nuestras sociedades científicas y académicas sus bellos descubrimientos, y últimamente ha sido usted proclamado miembro de nuestra Academia de Medicina, etc.»
- ↑ (nota del autor) Es altamente consolador el ver cómo saben cambiar de opinión ciertos nobles y honrados caracteres. El insigne v. Lenhossék, tan reservado al principio, escribióme en 1890 frases que, aun descontadas las usuales exageraciones de la cortesía, resultáronme muy gratas y alentadoras. «Sus reiterados y sobresalientes descubrimientos —me decía en carta que conservo— prodúcenme gran admiración por su genio. Considero sus hallazgos como las conquistas más importantes realizadas desde hace diez años en el dominio de la Anatomía microscópica. También los profesores His y Kölliker, con quienes he conversado largamente hace poco en Basilea, y otros varios colegas participan de este juicio mío. Siento en el alma no haber comprendido antes toda la importancia de los trabajos de usted, y haber mostrado acerca de ellos un escepticismo injustificado, que espero habrá usted sabido olvidar.» Por desgracia —lo he dicho ya— los hombres de este temple moral abundan poco entre los sabios.