La corrección lingüística se asocia popularmente a una supuesta colección de normas cerradas y universales, de aplicación mecánica, establecidas por la Real Academia Española. Sin embargo, la propia institución matiza (DPD[1]) el sentido con el que ha de entenderse la norma:
- La mayoría de las dudas e inseguridades lingüísticas que tienen los hablantes nacen, precisamente, de la perplejidad que les produce encontrarse con modos de expresión distintos de los suyos. Desean saber, entonces, cuál es el uso «correcto», suponiendo, en consecuencia, que los demás no lo son.
- Pero debe tenerse siempre en cuenta que el empleo de una determinada forma de expresión resultará más o menos aceptable dependiendo de distintos factores. Así, las variedades regionales tienen su ámbito propio de uso, pero resultan anómalas fuera de sus límites. Muchos modos de expresión que no son aceptables en la comunicación formal, sea escrita u oral, se juzgan perfectamente normales en la conversación coloquial [...].
- . . . . . . .
- Los juicios normativos admiten, pues, una amplia gradación, que va desde la censura de lo claramente incorrecto por ser fruto del error, del descuido o del desconocimiento de las normas gramaticales, hasta la recomendación de lo que es simplemente preferible por estar de acuerdo con el uso mayoritario de los hablantes cultos de hoy, preferencia que pueden mantener, o variar, los hablantes cultos de mañana.
Coseriu establece tres niveles:
- Sistema, que es lo que es posible en lengua. Por ejemplo, «El Parlamento ha aprobado una nueva ley» forma parte del sistema, pero «Ley una Parlamento ha el aprobado nueva» no forma parte del sistema. Frases como esta última se llaman agramaticales y se consideran claramente incorrectas. Sin embargo, el sistema podría romperse con funciones expresivas, algo habitual en poesía y ludolingüística, y en tal caso no es realmente incorrecto.
- Norma, es la opción de un determinado conjunto de hablantes o, más precisamente y como señala el DPD, «el conjunto de preferencias lingüísticas vigentes en una comunidad de hablantes, adoptadas por consenso implícito entre sus miembros y convertidas en modelos de buen uso». En el ejemplo anterior, y en función de diversos factores, en unos países se podría decir como norma «aprobó» en lugar de «ha aprobado». Dentro de la norma, tiene especial importancia la llamada norma culta.
- Habla, que es la opción un hablante, ya sea inconsciente o deliberada.
No ha sido raro, y aún sucede a menudo, el establecimiento por parte de algunos gramáticos y lingüistas de normas cerradas basadas en lo que consideraban más acertado, es decir, tomando como base prioritaria su habla y, en parte, la norma como si fuera el sistema de la lengua. Es lo que se llama prescriptivismo o gramática prescriptiva.
En la actualidad, la Academia se inclina a menudo por la norma (en el sentido de ‘conjunto de preferencias de los hablantes’) de modo descriptivo, aun con orientaciones y recomendaciones, pero no necesariamente con imposiciones. Este enfoque se conoce como descriptivismo o gramática descriptiva.
Esta distinción entre prescripción y descripción también ocurre en lexicografía.
En lenguas formales, no naturales, sí tienen cabida las normas de aplicación mecánicas. El establecimiento de estas normas suele ser competencia de organismos internacionales (no de la RAE, que se centra en la lengua natural) y entre ellas están:
- los formalismos matemáticos, lógicos...;
- las nomenclaturas, como la química o la biológica;
- los símbolo de unidades;
- los códigos de países, de lenguas, de aeropuertos, de monedas...