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Las oraciones finales, como su nombre indica, expresan el fin o la intención con que se ejecuta lo que se afirma en la oración principal.

A la oración interrogativa ¿a qué vienes? o ¿para qué vienes?, se puede contestar diciendo: vengo a verte, vengo para enterarme de lo que quieres, donde vemos que las preposiciones a y para son las mismas en la pregunta y en la respuesta, y que, además, al interrogativo qué de la pregunta corresponden los infinitivos ver y enterar de la respuesta.

Pero también se puede contestar a las mismas preguntas diciendo: vengo a que me informes de lo sucedido; vengo para que me ayudes, donde tenemos las mismas preposiciones a y para, y también el relativo que, respondiendo al interrogativo qué de la pregunta.

Cuando expresamos la finalidad con el infinitivo, empleamos las preposiciones a, para, por o la locución a fin de; en otro caso, usamos el subjuntivo con las mismas preposiciones y locución, formando los modos conjuntivos a que, para que, a fin de que y la conjunción porque. También se emplea solo que, y algunas veces (antiguamente) como.

Cuando el sujeto del verbo de la oración principal sea distinto del de la final, hemos de emplear necesariamente el subjuntivo; cuando sea el mismo, se usa el infinitivo, aunque también puede emplearse el subjuntivo si la oración principal es de pasiva:

Fue encarcelado para que respondiera de la acusación que pesaba sobre él.

La subordinación de tiempos es la misma que en las oraciones de temor; o sea, el presente o el pretérito imperfecto de subjuntivo, según sea el tiempo de la oración principal. La oración subordinada puede ir delante de la principal, como se ve en los ejemplos:

En presente:
Ayuda mucho tener altos pensamientos, para que nos esforcemos a que lo sean las obras (Santa Teresa).
Porque veas, Sancho, el bien que en si encierra la andante caballería..., quiero que aquí a mi lado te sientes (Quijote, I, I).
Esa oliva se haga rajas y se queme, que aun no queden de ella las cenizas (Ibíd., I, 6).
Mandamos a nuestros presidentes y oidores que provean como por culpa de los letrados no se dilaten las causas.
En pretérito:
Se determinó a llevársele consigo, a que el arzobispo le viese (Quijote, II, i).
Dio voces al huésped de casa que le ensillase el cuartago (Cervantes, Las dos doncellas).
A fin de que no hubiese detención alguna, envió mucho dinero para pagar las deudas (Mariana).

La forma en -ra es muy rara en nuestros clásicos; solo se halla alguna que otra vez.

Referencias[editar]

Real Academia Española, Gramática de la lengua castellana, nueva edición, reformada, Madrid, 1917.