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1 adversario, rival, antagonista, enemigo[editar]
Aunque el interés, el amor propio y el orgullo suelen ser por lo común las causas de que muchos se hagan adversarios nuestros, pueden ser estos, y por lo común lo son, amigos bajo de otros respectos, o indiferentes y aun nobles, generosos y delicados; más no es así el enemigo. Aquel puede favorecerlos en todo aquello que no pertenece a la disputa, ni a la contradicción, pero no así el enemigo, el cual siempre daña, pues por eso y para eso lo es: el enemigo supone odio, el adversario no.
La rivalidad supone mayor y mas tenaz oposición que la «adversalidad», si se nos pudiese sufrir decirlo así; no hay propiamente rivalidad en las opiniones e ideas, más sí en las doctrinas y partidos, intereses e inclinaciones, en el talento, en el mérito, en las riquezas, en el lujo, en el esplendor, y sobre todo en los empleos, honores y gracias; hay muchos rivales en amor, y también se rivaliza en acciones virtuosas, como en la generosidad, en el valor y en el heroísmo. Aun podemos hallar cierta rivalidad en los animales.
El antagonismo es una rivalidad más distinguida y elevada; decimos, v. gr., que los newtonianos son antagonistas de los cartesianos en sus sistemas, los ingleses y los franceses en sus adelantamientos científicos e industriales; los soberanos en su grandeza y esplendor; los amantes en obsequios a una dama.
Solo los hombres de mérito tienen adversarios, y las almas grandes rivales y antagonistas; el vulgo no conoce mas que enemigos.
La enemistad es por lo común una pasión si no siempre baja, por lo menos rencorosa, tenaz, reprensible, sobre todo en sus excesos; supone graves injurias recibidas, si es fundada; pero de cualquier modo hace que siempre recelemos del enemigo, aun después de reconciliados con él, porque suele ser traidor; la enemistad conduce a las mas crueles acciones y a los mas bajos y viles procederes.
2 Referencias[editar]
Calandrelli, M., Diccionario filológico-comparado de la lengua castellana, Buenos Aires, 1880-1916, 12 vol.