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1 fatuo, impertinente, necio[editar]

El epíteto fatuo depende más del interior del hombre que de las maneras exteriores, a las que se acercan más inmediatamente los dos siguientes, impertinente y necio.

El fatuo habla mucho y con cierto tono que le es peculiar, no sabe nada y se le figura que lo sabe todo, se escucha a sí mismo y se admira. La vanidad y el desaire son su norte.

El impertinente habla también mucho como el fatuo, sus dichos son despropósitos, sin consideración y sin miramiento, confunde la honestidad con el libertinaje, con una familiaridad extremada, habla y obra con una desvergüenza insolente: es un fatuo mas arrojado.

Inútiles son todas las lecciones que se pueden dar a un necio, porque la naturaleza le ha rehusado el don de aprovecharlas. El necio carece de lo que es necesario para ser un fatuo.

El necio es siempre ridículo, y por consiguiente merece el desprecio. El fatuo cansa y disgusta. El impertinente ofende, irrita y desespera. Al fatuo le convence el tiempo de su extravagancia y su vanagloria.

2 Referencias[editar]

Calandrelli, M., Diccionario filológico-comparado de la lengua castellana, Buenos Aires, 1880-1916, 12 vol.