Wikilengua
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
Portada de la edición de 1780 del Diccionario de la lengua castellana.

El Diccionario de la lengua española es el diccionario oficial de la Real Academia Española (RAE). Desde la edición del 2014 se usa la sigla DLE, aunque es también conocido como Diccionario de la RAE (DRAE) o Diccionario de la Real Academia (o simplemente Diccionario). Es una de las tres obras normativas básicas de la Academia, junto con la Gramática y la Ortografía.

La RAE también lo llama ocasionalmente diccionario usual para distinguirlo de otra obra, no normativa, llamada diccionario manual, cuya última edición es de 1989 y que incluía ilustraciones, notas de uso...

La vigesimotercera edición fue publicada el 16 de octubre del 2014, y está disponible en línea desde el 13 de octubre del 2015. Contiene 93 111 entradas y 195 439 acepciones.[1] Desde diciembre de 2017 la Real Academia Española realiza adiciones, modificaciones y supresiones a la vigesimotercera edición en línea (web y aplicación) del DLE que son presentadas de manera pública, normalmente por la directora del diccionario, Paz Battaner. Hasta ahora se han efectuado, anualmente, cinco actualizaciones: 23.1. (2017), 23.2. (2018), 23.3. (2019), 23.4. (2020), 23.5. (2021).

Con respecto a la relación entre esta obra y la Ortografía, la edición del 2014 señala en su preámbulo (p. X):

... la tarea [de armonización] ha alcanzado un desarrollo muy abarcador (sin que ello obste para que el Diccionario, en determinados casos, procure atender equilibradamente tanto al uso como a las opciones preferidas por aquella).

La armonización con la Gramática ha sido solo parcial.

1 Términos incluidos

El DLE incluye las palabras que, a juicio de la RAE, son de uso correcto en español, sin que ello implique que sean incorrectas las voces que no están recogidas en él (o que no existan).[2] Por otra parte, registra cierto número de voces, marcadas como extranjerismos, vulgarismos o arcaísmos, para informar de su significado, sin que ello valide su uso en la lengua general actual.

Las palabras se corresponden al léxico general. Del léxico especializado (es decir, la terminología en física, matemáticas, biología, derecho, filosofía, artes, ingeniería, tecnología, etc.) únicamente se incluyen las de uso más corriente. Tampoco recoge usos figurados o metafóricos, salvo los ya extendidos en la lengua general, ni nombres propios (con algunas salvedades), ni las voces más recientes.

El Diccionario lo explica así en su introducción de la 22.ª edición (la cursiva es del original)[3]:

Al tratarse de un diccionario general de lengua, no puede registrar todo el léxico del español, sino que, por fuerza, debe contentarse con acoger una selección de nuestro código verbal. Esta selección, en algunos casos, será lo más completa que los medios a nuestro alcance permitan —especialmente en lo que se refiere al léxico de la lengua culta y común de nuestros días—, mientras que en otros aspectos —dialectalismos españoles, americanos y filipinos, tecnicismos, vulgarismos y coloquialismos, arcaísmos, etc.— se limitará a incorporar una representación de los usos más extendidos o característicos.

Como en otros diccionarios, no se incluyen tampoco con entrada propia multitud de voces derivadas que se forman según ciertas reglas establecidas, tales como:

  • formas verbales, salvo el infinitivo: amé, amó, amarán, amabais, etc. (la versión en Internet permite ver la conjugación en la entrada del infinitivo);
  • formas con enclíticos: dímelo, hazlo, irse, etc.;
  • diminutivos y aumentativos: casita, murete, puestucho, etc.; ricachón, cuerpazo, etc.;
  • formaciones regulares de palabras, incluyendo las que también tienen formaciones irregulares: así, no incluye fuertísimo o negrísimo por ser formaciones regulares, sin que ello implique que solo se consideren correctos fortísimo y nigérrimo, que por ser irregulares sí están (la 23.ª edición ha incluido formas regulares en el lema de la base, aunque no con entradas propias);
  • formas con prefijos y sufijos productivos, como des-, pos-, super-, -bilidad, -ficar, etc.;
  • adverbios en -mente: conceptualmente, desafortunadamente, brevemente, etc.;
  • números del tipo milmillonésimo y quinientosmilésimo.

La Nueva gramática lo explica así (secs. 1.6a-b):

... las variantes flexivas de las palabras están ausentes de los diccionarios. Por el contrario, la mayor parte de las voces obtenidas por derivación y composición aparecen en ellos. Se exceptúan las formadas por los afijos derivativos que poseen mayor rendimiento, concepto que en morfología recibe el nombre de PRODUCTIVIDAD. Así, el DRAE opta en sus últimas ediciones por no incluir gran número de adverbios terminados en -mente (como decisivamente o abruptamente) o de adjetivos terminados en -ble (instalable, pintable, solucionable, etc.). Tampoco da cabida a la mayor parte de las voces formadas con sufijos apreciativos (arbolito, fiebrón), salvo cuando se han fosilizado o están lexicalizadas [...].
. . . . .
[...] No se incluyen por ello en el DRAE un gran número de voces posibles formadas con los sufijos -ismo o -ble, o con los prefijos seudo- o neo-. [...] Están, por ejemplo, en el DRAE germanófobo, hispanófono y francófobo, pero no figura italianófobo, aunque sí italianófilo

2 Definiciones omitidas

2.1 Participios

En los derivados verbales, especialmente los participios, solo se dan las definiciones que se apartan del sentido propio del verbo. Eso no significa que no tengan el sentido que le corresponde como participio de tal verbo («que es o está...»).

Por ejemplo, flanqueado significa ‘que tiene a sus flancos o costados otras que lo acompañan o completan’, lo que parece sugerir que es necesario que haya algo o alguien a ambos lados; sin embargo, como participio de flanquear significaría ‘que está colocado al flanco o lado de algo’ (este sentido no está recogido como tal en el DRAE porque es el propio del participio del verbo; en el Diccionario esencial, en cambio, sí figura como ‘part. de flanquear’).

2.2 Locuciones

En las locuciones solo se dan los sentidos que no se corresponden con los sentidos de las palabras consideradas por separado. Por ejemplo:

  • en «cuento chino» solo se da la definición de ‘embuste’, sin que eso signifique que no sea válido como ‘relato breve originario de la China’;
  • «en los cuernos del toro» solo registra el significado de ‘en un inminente peligro’, pero también es correcto decir, con el sentido de las palabras que lo forman, «Había un lazo en los cuernos del toro»;
  • «estirar la pata» da solo ‘morir’, pero también se puede decir, sin este significado, «El perro estiró la pata para alcanzar la comida».

No se incluyen combinaciones de palabras que no forman locución, es decir, cuyo sentido es el que corresponde a las palabras consideradas por separado. Así, bota campera no tiene entrada propia pues se refiere simplemente a una bota que es campera (‘de campo’).

3 Abreviaturas

En los artículos aparecen, entre otras, las siguientes abreviaturas.

3.1 Nombres

  • m. Nombre de género masculino. Cuando se refiere a personas, es de este género con independencia de su sexo. Si el lema da dos formas, una masculina y otra femenina, esta marca se aplica específicamente a la primera forma. Por ejemplo, en alto, -ta, el sentido 26 (‘altura’) lleva esta marca y por tanto se refiere específicamente a la forma alto, no a alta.
  • f. Nombre de género femenino. Cuando se refiere a personas, es de este género con independencia de su sexo: Luis es una bella persona. Si el lema da dos formas, una masculina y otra femenina, esta marca se aplica específicamente a la segunda forma.
  • m. y f. En la edición del 2014, esta marca indica palabras que tienen dos géneros en función del sexo de la persona. Si el nombre tiene dos formas (por ejemplo, frutero, -ra para la profesión), la primera se usa para el masculino y la segunda para el femenino, pero si tiene solo una forma (por ejemplo, periodista), esta se usa para ambos géneros (el periodista, la periodista). En anteriores ediciones esta marca solo se usaba en el primer caso, es decir, en nombres con dos formas según el sexo.
  • com. Nombre común en cuanto al género. Esta marca ya no se usa en la edición del 2014, pero en las anteriores se refería a nombres aplicados a personas con una única forma que se emplea en femenino o masculino en función del sexo: el periodista, la periodista. Ahora se marca como m. y f., igual que los nombres que tienen dos formas.
  • m. o f. (amb. hasta la 22.ª ed.) Nombre ambiguo en cuanto al género. Se aplica a cosas e indica que se puede usar en masculino o femenino, normalmente por variaciones dialectales.
  • pl. Se añade a las anteriores y significa que esa definición se aplica solo a la forma plural. Si hay otras definiciones que no tienen esta marca, el plural hay que formarlo a partir del lema, como por ejemplo en anteojo: las definiciones 2-5 son para el plural y se aplican por tanto a anteojos. Si todas las definiciones llevan esta marca, entonces el lema ya está en plural, como media3, es decir, es los media (este último caso se da sobre todo en locuciones, como castillos en el aire).

3.2 Verbos

Un mismo verbo puede ser de un tipo u otro según la acepción. Cuando puede ser de dos tipos, al comienzo se marca el principal y al final los demás (con algo como, por ejemplo, U. t. c. tr.).

  • intr. Verbo intransitivo, que no lleva complemento directo.
  • prnl. Verbo pronominal, es decir, que requiere el uso de un pronombre: la leche se cortó.

3.3 Otras

  • vulg. indica que es un vulgarismo, es decir, un término que debe evitarse en la lengua culta y cuidada (solo se incluye una selección de los más extendidos).
  • U. t. c. significa «usado también como» y va seguido de otra marca. Por ejemplo, «U. t. c. intr.» en un verbo transitivo suele indicar que el complemento directo se puede omitir o que este puede alternar con un complemento que lleva preposición. También muy frecuente es «U. t. c. s.», es decir, «usado también como sustantivo», que aparece en multitud de adjetivos; por ejemplo, aventurero, -ra es un adjetivo (como en persona aventurera) que puede ser nombre (un aventurero, una aventurera; en personas, a menos que se especifique lo contrario, se usa en femenino o masculino según el sexo).
  • U. m. c. significa «usado más como» y es similar al anterior. Por ejemplo, espada como ‘torero que mata al toro con espada’ figura como palabra femenina, pero añade «U. m. c. m.», por lo que realmente se usa con más frecuencia como masculina.
  • p. us., desus. son marcas de uso: la primera es poco usado y la segunda desusado, es decir, que ya no se usa. Se aplican a voces que no son propias de la lengua moderna, aunque no sean necesariamente incorrectas.
  • V. Cuando la definición consiste en esa letra (de véase) seguida de otro lema indica que la definición se encuentra en el articulo al que se remite. En frecuente en formas femeninas que tienen las definiciones en un artículo común para ambos géneros, así como en expresiones. No indica que ese es el significado de la palabra.

4 Orden de las acepciones

El orden de las acepciones suele agruparse por categoría gramatical, de manera que se sitúan, en primer lugar, las acepciones adjetivas, seguidas de las sustantivas y, de existir, van colocadas las adverbiales y en último lugar, las verbales. Dentro de las adjetivales y sustantivas figuran primero las masculinas y luego las femeninas. En el caso de los verbos, se sitúan primero las acepciones transitivas, después las intransitivas y, por último, las pronominales.

Cuando pertenecen a la misma categoría y poseen el mismo género o naturaleza verbal, se siguen otros criterios para la ordenación de las acepciones. El primer orden es el de frecuencia de uso, de manera que las acepciones más frecuentes ocupan las primeras posiciones. El segundo criterio de ordenación es el histórico, que determina que las acepciones más antiguas prevalecen frente a las modernas. El tercer criterio es el lógico-semántico, que ordena las acepciones dependiendo de si han sido generadas por procesos como la metáfora o la metonimia, entre otros, en cuyo caso se sitúan después de las acepciones originales. Finalmente, el último criterio de ordenación corresponde a la presencia de marcas lexicográficas: primero figuran las acepciones con marcas vinculadas a registros lingüísticos, en segundo lugar se colocan aquellas con marcas técnicas, siguen las marcas geográficas (primero las que poseen la marca Esp. o marcas diatópicas de alguna zona española y luego las marcas de los países de habla hispana) y por último figuran las acepciones con marcas de vigencia. [4]

5 Algunos problemas frecuentes

No son raras las llamadas definiciones circulares, es decir, definiciones que se basan en dar un sinónimo, que a su vez se define con otro sinónimo que finalmente puede llevarnos de nuevo a la palabra original.

En ocasiones, una definición se completa o precisa en otra definición. Un ejemplo estaba en israelita (la edición del 2014 ya lo corrige):

3. adj. Natural de Israel. U. t. c. s.
4. adj. Perteneciente o relativo a este antiguo reino.

En la definición 4 se precisa que el Israel de la definición 3 es el antiguo reino y, por tanto, no el país actual (cuyo gentilicio es israelí).

Otro problema habitual es la inclusión en la definición de los complementos, sin especificar qué es, por ejemplo, el complemento directo (técnicamente, es información del contorno). Así, «pegar» tiene entre sus sentidos:

Castigar o maltratar a alguien con golpes.

Al no marcar el complemento directo se puede entender que es «alguien», pero de hecho es «golpes». Por ejemplo, la definición equivalente del Diccionario del estudiante es (agrupando este sentido con el siguiente, que es ‘dar un determinado golpe’):

Dar (un golpe o una paliza)

Aquí () se usa para indicar el complemento directo.

Son objeto habitual de crítica las definiciones de términos técnicos y especializados, que se tachan de imprecisos o incluso de erróneos[5][6][7].

6 Referencias

notas


Este artículo fue seleccionado como destacado el 9 de agosto de 2021.