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1 conciso, sucinto, lacónico, preciso[editar]
Cuando expresamos nuestras ideas con el menor número de palabras posible, decimos que somos concisos, que hablamos concisamente.
El hombre conciso evita las palabras superfluas y ociosas, las inútiles circunlocuciones y solo emplea los términos más propios y expresivos.
Un lenguaje preciso es un lenguaje ajustado exactamente a la materia, del que nada se puede quitar, y al que nada se debe añadir: hablar con precisión es hablar con exactitud; ninguna palabra huelga, ni deja do expresar una idea.
Lo prolijo es opuesto a lo preciso; lo extenso a lo sucinto, lo difuso a lo conciso. De estas dos palabras podríamos repetir lo que decía Quintiliano hablando de Demóstenes y de Cicerón: «Nada se puede quitar al primero, ni nada se puede añadir al segundo ». Si suprimimos algo a lo sucinto, caemos en lo oscuro; si añadimos a lo preciso, en lo prolijo; al contrario, si añadimos a lo sucinto pecamos por lo extenso, y si quitamos a lo preciso, lo convertimos en sucinto.
Diremos que el laconismo consiste en encerrar una idea, por mucha extensión que tenga, en pocas palabras y a veces en una sola.
2 Referencias[editar]
Calandrelli, M., Diccionario filológico-comparado de la lengua castellana, Buenos Aires, 1880-1916, 12 vol.