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1 encanto, hechizo, sortilegio, embeleso
El encanto consiste en palabras y ceremonias de que se valen los supuestos magos para evocar los demonios, verificar maleficios, convertir a las personas en estatuas, en árboles, en animales y a estos en personas, en entes invisibles, aéreos, encerrándolos en palacios y cuevas, también encantadas, sin poder salir ni volver a su antiguo ser y estado sin que se pase cierto número de años, se cumplan ciertas raras y difíciles condiciones, oó se verifiquen ciertos extraños y como casuales sucesos, o se presenten más sabios encantadores que deshagan el fatal encanto.
El sortilegio es una operación que se supone mágica, para dañar a las cosas, a los animales y a las personas, impidiéndolas crecer, robustecerse y prosperar en nada.
El hechizo se verifica por medios ocultos, tanto en los objetos sensibles cuanto en los insensibles, tanto en las personas cuanto en las cosas. Todo puede ser hechizado y todo puede hechizar, cuando se puede impedir la ejecución de aquello para que las personas o cosas están destinadas, y forzarlas a que hagan o sirvan para lo contrario.
El encanto puede producir ilusiones agradables; el hechizo siempre daña; el sortilegio es maligno, pues se dirige a mudar el bien en mal.
Las dos palabras encanto y hechizo tienen mucho uso en sentido figurado; la de sortilegio no.
Hechizar es sacar el alma de la indiferencia, de la inacción para conducirla a sensaciones agradables, ya con motivo de los objetos a que se refiere, ya con el ejercicio de sus facultades.
Encantar es apegar fuertemente el alma a estas sensaciones con el atractivo del placer que recibe.
La palabra embeleso o embelesamiento parece aumentar el valor moral de las otras dos de que vamos hablando, pues que embelesar en su sentido propio y natural, que es el que aquí le vamos dando, es el de suspender la mente, arrebatar los sentidos, elevar nuestra alma, sacarla como fuera de sí, anegándola en el placer.
El objeto que nos embelesa, ejerce sobre nuestras facultades mentales tal poderío que nos priva de la libre posesión de nosotros mismos, dirigiendo él nuestros pensamientos y aun acciones.
2 Referencias
Calandrelli, M., Diccionario filológico-comparado de la lengua castellana, Buenos Aires, 1880-1916, 12 vol.